Si Carlos Marx viviera, contra López Obrador estuviera, porque encarna los vicios que el filósofo alemán criticó en Luis Bonaparte. Aunque sus fieles más convencidos lo adoran como si el presidente fuera un hombre de izquierda, Marx seguramente lo rechazaría y lo llamaría también un aventurero que, después de 20 años, llegó a la presidencia porque coincidió con la obsesión de la clase más numerosa.

El paralelismo entre Luis Bonaparte y López Obrador es tan notable que muchos de sus críticos podrían llegar a pensar que el segundo se inspiró en el primero punto por punto. A 168 años de distancia, las críticas de Marx resuenan y pueden aplicarse, guardadas las proporciones, a las circunstancias actuales. Juzgue usted mismo, sin prejuicio, lo escrito en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” y la situación objetiva del México de julio del 2018.

“Él, dice Marx de Luis Bonaparte, intentaba ganar popularidad con propuestas puerilmente estúpidas…insinuar la íntima aspiración, sólo entorpecida por las circunstancias del momento, de ofrendar al pueblo francés sus tesoros ocultos… obtener dinero regalado y prestado, tal era la perspectiva desde la cual esperada engatusar a las masas”. Si encuentra algún parecido los programas clientelares del régimen no es mera coincidencia.

Cuando Marx se refiere a los aliados de Bonaparte parece que habla de las pretensiones totalitarias y los prejuicios ideológicos de López Obrador y Morena. “Lo que representan es el derecho del pueblo, lo que les interesa es el interés del pueblo. Por ello, ante la proximidad de la lucha no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las diferentes clases. No necesitan sopesar demasiado escrupulosamente sus propios medios. Sólo tienen que dar la señal para que el pueblo, con todo sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores”.

Las sonadas renuncias de Germán Martínez y Carlos Urzúa, al Seguro Social y a la Secretaría de Hacienda, respectivamente; evoca el clima narrado por Marx: “siempre que los ministros se atrevían a hacer el tímido intento de presentar las chifladuras personales de Bonaparte como proyectos de ley, parecían cumplir, sólo con reticencias y obligados por su posición, los ridículos encargos de cuyo fracaso estaban convencidos de antemano”. ¿Les dice algo sobre la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya o el aeropuerto de Santa Lucía?

La práctica de abuchear a los gobernadores también parece inspirada en Luis Bonaparte. Cuenta Marx: En sus viajes, las secciones de su partido, empaquetadas en el ferrocarril, tenían que improvisar un auditorio, escenificar el entusiasmo público, gritar viva el emperador, insultar y vapulear a los republicanos, naturalmente bajo la protección policial”.

Por otro lado, Marx habría rechazado la pretensión obradorista de colocarse por sí mismo, y sin más mérito que su palabra, en un peldaño de la historia nacional. Esa pretensión napoleónica, similar a coronarse por propia mano, le habría repugnado.

“Los hombres, escribió Marx, hacen su propia historia, pero no la hacen a su voluntad, bajo condiciones elegidas por ellos mismos, sino bajo condiciones directamente existentes, dadas y heredadas”.

Advertía también sobre el arrepentimiento de la población. “No basta decir, escribía, como hacen los franceses, que su nación ha sido sorprendida. Ni a una nación ni a una mujer se les perdona la hora del descuido en la cual un aventurero cualquiera puede forzarlas y apropiarse de ellas… Quedaría por explicar como una nación de 36 millones pudo haberse visto sorprendida y apresada sin resistencia…”.

De la visión de Bonaparte sobre la historia, dice Marx: “astuto, concibe la vida histórica de los pueblos y sus trascendentales acciones como una comedia en el sentido más ordinario, como un carnaval, en el que los grandes disfraces, las grandes palabras y las grandes poses sólo enmascaran la canallada más vil”.

Porque también en origen hay un parecido: “tras una veintena de años de vagabundaje y una serie de grotescas aventuras, se cumple la leyenda y el hombre se convierte en emperador de los franceses. La obsesión del sobrino se realizó porque coincidía con la obsesión de la clase más numerosa de los franceses”. Marx, por lo visto, sigue actual.

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