Es innegable que las elecciones del 6 de junio reposicionaron a la oposición. El presidente se declaró feliz, feliz, feliz con los resultados, pero su verdadero estado de ánimo lo revelan sus insultos contra quienes emitieron un voto contrario a Morena. Elogió a los cárteles del narcotráfico por “portarse bien” y matar menos personas que en días normales (¡menos de 70 por día!, exclamó), pero a todos los que votaron por la oposición los englobó en una palabra: “la maleanteada”. Es decir, cualquiera que piense distinto a él y su partido es un maleante, y los maleantes merecen la cárcel.
Los electores, a través de los partidos de oposición, le quitaron la mayoría calificada al presidente, por lo que ya no podrá hacer lo que tenía pensado para la segunda parte de su mandato: desaparecer los organismos autónomos o incorporarlos en las secretarías de Estado. En este sector, la destrucción se quedó a medias. Logró poner a sus incondicionales en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Comisión Reguladora de Energía, la Comisión Nacional de Hidrocarburos y en el Centro de Control de Energía, pero se salvaron el Instituto Nacional Electoral, el INAI, el Coneval, el Ifetel y la Cofece. Seguirán existiendo gracias a los ciudadanos responsables.
De ahí que al presidente no le quede otro recurso que el insulto contra los ciudadanos que votaron a favor de la oposición. La “maleanteada” le dio a la oposición prácticamente los mismos votos que generaron los 400 mil millones de pesos gastados en “programas sociales”, la descarada intervención presidencial y el ejército electoral de Morena, pagado con recursos del gobierno. Su coalición y la coalición opositora obtuvieron prácticamente el mismo número de votos para integrar la Cámara de Diputados: 12 millones, 802 mil 391 votos le dieron Morena y sus satélites 121 diputados. Doce millones 575 mil 879 votos le dieron a PAN, PRI y PRD, sólo 63 diputados.
Incluso dentro de la lógica del discurso polarizador y generador de odio del presidente, “el pueblo” se hizo chiquito. El jefe del Ejecutivo presumía tener el apoyo del 70 por ciento de la población, pero su partido se quedó apenas con el 18 por ciento, unos 17 millones de votos de los 93 millones de empadronados. Es decir, “su movimiento” es apenas la minoría ligeramente —muy ligeramente— más grande del país. Tres años de gobierno le han costado al jefe del Ejecutivo, 13 millones de votos. El desencanto con el gobierno y su partido, y con todos los partidos en general, alcanza a la mitad de los electores.
Sin embargo, no ceja en su empeño de concentrar el poder. Ahora va por el control absoluto del Poder Judicial con tres objetivos: a) lograr que las reformas ilegales realizadas en la primera mitad del gobierno sean declaradas constitucionales por la Suprema Corte de Justicia, donde duermen el sueño de los justos más de 50 acciones y controversias constitucionales interpuestas por los afectados; b) obtener el poder de despedir a los jueces que concedan amparos en contra sus caprichos ilegales y c) extender su propio mandato más allá del 2024.
De ahí su llamado a cerrar filas en torno a él y redoblar la obediencia ciega de los fieles. Hay, dijo el 10 de junio, “quienes están en el movimiento y no han entendido de que estamos viviendo un momento definitorio, un momento estelar… siguen viendo sus intereses personales, los intereses de grupo; no alcanzan a ver más lejos… y son tan irresponsables e inconscientes que por su ambición personal son capaces de apoyar a los conservadores corruptos, es que no me quiero meter tanto, pero votaron por cada personaje impresentable. Pero somos libres y que sigan su camino”.
Así, el odio presidencial creó “la maleanteada” y muy pronto podría revivir las diatribas contra “el imperio” aunque, hasta el momento, se ha cuidado muy bien de no responder a la reprimenda de Estados Unidos. Tres días después de su encuentro con el presidente mexicano, la vicepresidenta Kamala Harris reveló a la agencia EFE que le pidió que deje hacer su trabajo sin obstáculos a las ONG y la prensa. “Este es un tema que me preocupa profundamente, porque queremos asegurarnos de que hay independencia: un sistema judicial independiente, una prensa independiente, y que las organizaciones sin ánimo de lucro, las ONG, puedan hacer su trabajo sin interferencias. Eso lo dejé muy claro”.
No se ve un horizonte despejado para el presidente. Ni en lo interno ni en lo externo. Y eso lo tiene más vitriólico (acre, ácido, cáustico, corrosivo, hiriente, sardónico, mordaz, ofensivo, zahiriente) que nunca.
Vocero del PAN