El país está viviendo un momento paradójico y triste al mismo tiempo. El presidente que ha concentrado más poder después de Plutarco Elías Calles es, asimismo, el más incapaz para gobernar y adoptar medidas adecuadas para salir de la crisis. Su principal defecto es que vive anclado en los años 70 del siglo pasado y no entiende, ni quiere entender, el momento que le toca.
Aunque se representa a sí mismo como un nuevo Adán –nada existía antes de él, no había democracia ni libertad ni programas sociales-, carece de originalidad en sus acciones y ha copiado hasta el nombre de su movimiento, como ha ilustrado en las páginas de EL UNIVERSAL el escritor Guillermo Sheridan en un memorable artículo (http://eluni.mx/cnq0o). De Lenin sacó la idea de reducir salarios a los burócratas y de Rafael Correa las de entregar dinero a la población.
La falta de originalidad, por otra parte, revela incapacidad para entender realidades complejas. Es propio de quienes creen que los problemas sólo tienen una causa y, en consecuencia, una sola solución. Esa característica combina muy mal en un hombre que concentra tanto poder. Por eso, con frecuencia, vemos que sus huestes, bajo sus instrucciones, se comportan como búfalos: representan a la fuerza bruta en movimiento, especialmente en el Congreso de la Unión.
Parafraseándolo, se puede decir, sin exageración, que México es mucho país para tan poco líder. ¡Qué falta nos hace un presidente capaz! Uno que reflexione si la crisis del 29 y la actual son del mismo tipo y si se podrían aplicar o no medidas similares. No basta que un día nos diga que se siente inspirado por Franklin D. Roosevelt y tres o cuatro días después lo niegue. No basta que nos recete una mañanera en formato de libro y se diga inventor de la “economía moral”. Eso no es serio.
Tenemos un presidente que invita a invertir y advierte que el pueblo está por encima de la ley. ¿Qué empresario o inversionista va a arriesgar su capital en un país donde cualquier proyecto está sujeto al capricho presidencial? La cancelación del aeropuerto internacional de Texcoco es el mejor ejemplo de cómo atentar contra la economía de una nación. En su entorno están los admiradores del dictador norcoreano Kim Jong-un, quien encabeza uno de los países más atrasados de la tierra, precisamente por imponer su voluntad. ¿Dónde estará México dentro de cuatro años?
Lejos de trazar una ruta adecuada de salida, el presidente se coloca en el mismo grupo de mentirosos, simuladores y ególatras donde se encuentran Donald Trump, Vladimir Putin, Jair Bolsonaro, Recep Tayyip Erdogan, Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Bashar Al-Ásad, Robert Mugabe y otros menos conocidos como Daniel Ortega y Nayib Bukele. Todos han resultado nefastos para sus países y para la democracia. Todos ellos parecen ser el referente del Papa Francisco en su homilía Fratelli Tutti:
“La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación”.
Las palabras de El Papa caen como anillo al dedo a México. Parece que habla específicamente de López Obrador. Sólo faltaría agregar que en México no hay gobierno, sólo un presidente en campaña para mantener una mayoría en la Cámara de Diputados, para seguir haciendo lo que se le pegue la gana. Mientras tanto, el país va en picada. La seguridad, la principal responsabilidad del Estado, es una asignatura que se hizo a un lado para no poder en riesgo la candidatura del secretario Alfonso Durazo. Hoy los narcos, con la política de “abrazos, no balazos” son más fuertes y dominan más territorios que en 2018. Hoy tenemos un gobierno fallido.