En 2018, el triunfo electoral de López Obrador coincidió con la aparición de un libro fascinante de la ex secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright: “Fascismo, una advertencia”. La presentación le hace justicia al texto: “escrito por alguien que no sólo estudió historia sino que ayudó a darle forma, Fascismo es una llamada a la acción que nos enseña las lecciones que debemos comprender y las preguntas que debemos responder si queremos evitar la repetición de los trágicos errores del pasado”.

Expulsada dos veces de su natal Checoslovaquia, una por el nazismo y otra por el comunismo ruso, Albright llegó a ser embajadora de Estados Unidos en la ONU y ocupó puestos muy relevantes. Con toda su experiencia, se pregunta: ¿y por qué en pleno siglo XXI volvemos a hablar de fascismo? Lo diré sin tapujos –responde-: una de las razones es Donald Trump.

A dos años de gobierno, ese libro es una herramienta adecuada para juzgar al gobierno de López Obrador. Aunque nunca lo menciona, se parece a Donald Trump como una gota de agua a otra. Albright explica: “un fascista es alguien que se identifica en grado extremo con –y dice hablar en nombre de- un grupo o una nación entera, que no siente preocupación alguna por los derechos de los demás, y que está dispuesto a utilizar los medios que sean necesarios –inclusive la violencia- para alcanzar sus objetivos… con el respaldo de la muchedumbre”

Lo que dice Albright para Estados Unidos se aplica a México: “en la época moderna, nunca habíamos contado con un jefe del Ejecutivo cuyos actos y declaraciones estuvieran tan en desacuerdo con los ideales democráticos…Ha degradado de forma sistemática el discurso político, ha mostrado un asombroso desprecio por los hechos, ha difamado a sus predecesores, ha amenazado con encerrar a sus rivales políticos, ha tildado a los periodistas relevantes de enemigos, ha difundido falsedades sobre la integridad del proceso electoral, ha promocionado sin motivo alguno políticas nacionalistas en materia de comercio”.

Albright pasa revista a los fascistas contemporáneos y actuales. Al terminar de leer el libro, uno cae en cuenta que López Obrador ha resultado el más inepto de todos. ¿Qué hicieron los otros? He aquí algunos ejemplos, tomados del texto de la diplomática:

Alemania. “Hitler fue lo bastante inteligente como para no tratar de reinventar la economía. En sus dos primeros años en el poder, se empezó a salir de la depresión y el desempleo se redujo a la mitad. La prosperidad creó tres millones de empleos nuevos”.

Venezuela. Hugo Chávez se impuso en cuatro elecciones. “Mientras estuvo en el poder, sus compatriotas disfrutaron de una atención sanitaria mucho mejor, comieron más, pagaron menos por la gasolina y por el aceite vegetal, recibieron salarios más altos y pudieron pagar mejores viviendas… Chávez no sólo repartió dinero entre los pobres de su país, sino que además los destinó a comprar influencia y recompensar a amigos de Cuba, Argentina, Nicaragua, Ecuador y Bolivia”

Turquía. Recep Tayyip Erdogan disminuyó la inflación. “Este avance disparó la inversión extranjera. Invirtió a raudales en puentes, carreteras y aeropuertos, lo que atrajo aún más capital. Construyó hospitales y efectuó reformas en sanidad y las prestaciones sociales redujeron la mortalidad infantil a la mitad y aumentaron la expectativa de vida en más de cinco años… El gobierno aprobó un sistema crediticio que permitió a centenares de familias comprar su primera vivienda. En las afueras, los extendidos barrios marginales se transformaron en manzanas de edificios de viviendas en los que podían encontrarse cafeterías siempre llenas y tiendas bien surtidas”.

Rusia. Vladimir Putin. “En sus primeros años en la presidencia, el crecimiento económico anual llegó al 7 por ciento… Esta favorable situación le permitió al gobierno elevar los salarios y las pensiones. El valor del rublo fue al alza, lo cual permitió a los productores agrícolas ofrecer en los mercados sus artículos. Las reservas se multiplicaron se multiplicaron por dos y hasta por cuatro al tiempo que aumentaba la clase media… los rusos estaban felices de poder tener suficiente dinero para comprarse un coche, pagar una hipoteca, comer en restaurantes e incluso irse de vacaciones a Europa”.

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