México está viviendo un proceso acelerado de deterioro en todos los órdenes. La sombra de la dictadura recorre todos los ámbitos. Con su arbitrariedad y sus acciones contrarias a la ley, el presidente López Obrador atenta contra la propia legitimidad que le dieron 30 millones de votos en las urnas, un tercio del padrón electoral.

“Un poder es legítimo en la medida en que su ejercicio se apega a la ley, es decir, la legalidad, no es solamente el criterio para distinguir el buen gobierno del mal gobierno sino también la clave para diferenciar un gobierno legítimo de un gobierno ilegítimo”, según resume, brillantemente, José Fernández Santillán al presentar el pensamiento del filósofo político Norberto Bobbio.

Este gobierno no se distingue por su apego a la ley, sino todo lo contrario. Pendientes de resolución, en el seno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación hay más de 40 controversias y acciones de inconstitucionalidad que demuestran que la nueva élite del poder, optó conscientemente por alejarse de la legalidad, sin contar los cientos o miles de amparos contra decisiones arbitrarias.

Bobbio subraya que “no se puede poner en duda que la desobediencia habitual o la inobservancia general de las normas constituye, para quien detenta el poder, una de las razones principales de la pérdida de legitimidad”. El pleito con el Instituto Nacional Electoral es sólo uno de los muchos donde el gobierno se niega a cumplir la ley. El martes pasado, el INE volvió a cancelar la candidatura de Félix Salgado Macedonio porque no presentó informe de gastos de precampaña. La ley es un clara y no requiere interpretación: quien no presenta gastos no puede ser candidato.

Nunca un presidente de la República había encabezado un ataque frontal contra el árbitro electoral, el INE, para desacreditarlo. Ha utilizado contra la institución a los funcionarios de su gobierno y de su partido. Es la mano que mueve los hilos del plantón. Y no lo niega: ustedes saben, dijo el lunes pasado, “que nosotros tenemos diferencias con autoridades que todavía tienen que ver con lo electoral, diferencias que vienen de lejos”. Ese “todavía” revela exactamente lo que quiere: desaparecer el INE y controlar las elecciones y decir quién participa y quién gana.

La nueva élite no sólo se niega a cumplir la ley, sino que amenaza y pide que los consejeros electorales se ponga de rodillas, como exigió la propia secretaria de Gobernación, una jurista que seguramente solo firma todo lo que le mandan de Palacio. Salgado Macedonio lo dijo el lunes con todas sus letras: “Si no se reivindican, lo decimos de una vez, los vamos hallar a los siete, los vamos a buscar y vamos a ir a ver a Córdova. ¿No les gustaría saber dónde vive Lorenzo Córdova? ¿Les gustaría saber cómo está su casita de lámina negra, que cuando llueve se gotea y moja su cuerpo, cabroncito?”.

Los acusa de no saber lo que están luchando en Guerrero, pero eso no está en cuestión. Lo único que se juzgó es que se burló de la ley y no entregó sus gastos de precampaña.

El INE estuvo otra vez bajo la furia presidencial porque el Tribunal Electoral se negó a cumplir con su deber de hacer cumplir la ley y le devolvió el caso. El presidente ya tiene en la bolsa al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Logró controlarlo mediante el chantaje: la Unidad de Inteligencia Financiera tiene la espada sobre la cabeza del magistrado presidente, José Luis Vargas, por presuntos delitos fiscales. Es el mismo modus operandi que utilizaron para sacar a Eduardo Medina Mora de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y a Guillermo García Alcocer de la Comisión Reguladora de Energía. Todo, para ocupar los lugares con sus adeptos.

El caso del INE llama la atención porque en las próximas elecciones se juega la vida de la democracia, en medio de peligros inminentes para el país. En lo social, cada día aumenta el éxodo de personas que huyen de sus comunidades por miedo al narcotráfico o por falta de oportunidades para sobrevivir. En economía, la inflación se está comiendo el poder adquisitivo y los ahorros de los consumidores. En lo internacional, aumenta la preocupación porque ven que el gobierno solapa a los criminales con su política de “abrazos, no balazos”. En salud se pudieron evitar 190 mil muertos según la OMS. Pero la atención está en Salgado Macedonio y Mario Delgado, fieles representante de la nueva élite del poder, porque, sencillamente, no se mandan solos. Hablan por el presidente.

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