Estoy fuera del país. Para llegar a donde estoy, he pasado por Colombia y Ecuador. A pesar de tener una escala menor en cuanto a su dimensión económica, ambos países reciben a sus turistas con calidez, en escenarios dignos y modernos. Sus aeropuertos son espacios funcionales y limpios, en pocas palabras hospitalarios. Esto me recuerda la necesidad de salir de las trampas en las que nos meten nuestros desencuentros, ambientes deliberados para sacar raja política.

Los mexicanos somos cálidos, amables, hechos a interactuar con gentes de otros países y hacer de la visita a México una experiencia inolvidable. Urge hacer lo mejor con lo que tenemos. Mejorar los accesos al nuevo aeropuerto, crecerlo y buscar que se torne en el rostro de lo que somos ante el mundo.

Siempre me pareció curioso que si el proyecto del aeropuerto de Texcoco era un pantano de corrupción, se abandonara el proyecto a un alto costo para todos los que pagamos impuestos, sin que se persiguiera a los sospechosos de esa corrupción.

No debemos olvidar que todos los mexicanos somos contribuyentes, los más pobres lo son cuando pagan el IVA por muchos de los productos que consumen. Éste no es un tema de los que tienen, contra los que no tienen, puesto que los que no tienen, ponen lo que tienen y con ello contribuyen.

Desde aquí, se escuchan los ecos de nuestros debates. A a este momento se perfila una sobrerrepresentación que cancela el papel de la minoría, para salvaguardar la integridad de la mayoría y los derechos de todos.

Avanza una reforma judicial que vuelve a pecar de los mismos vicios. Los actos de corrupción que son aprovechados por una pequeña minoría del poder judicial, son utilizados para destruir todo lo bueno que se ha hecho. Así como con el Instituto de Salud para el Bienestar “Insabi”, se destruye lo bueno y lo valioso con lo pernicioso - al final son los más vulnerables los que pagan el boleto-.

Solo quien no tiene memoria cree, que la historia es a partir de sí mismo, que sólo el pasado remoto es rescatable y que todo lo que existe puede ser depurado mediante el fervor faccioso. Conmigo o contra mí, afirma el eje electoral de un movimiento en búsqueda de sus perfiles históricos. Serán una efigie o un discurso. Biografía o historia nacional.

Hoy, miles de trabajadores, gente del pueblo que ama lo que hace, que se ha entrenado y capacitado para servir mejor, exige que se le escuche y que se tome en cuenta su experiencia. La gran mayoría de ellos son los primeros afectados por la corrupción y arbitrariedad de unos pocos. Todo indica que el costo de esta destrucción institucional la pagarán como siempre, una gran mayoría de desposeídos.

En los contratos importantes, entre particulares y con empresas públicas, se multiplicarán los pactos arbitrales. La destrucción del capital humano, hecho para impartir justicia, será sustituida en esos casos por árbitros privados. Si se quiere dar garantías de legalidad a las inversiones, este parece ser un paso insuperable.

Las libertades se verán adelgazadas ante la falta de poderes jurídicos capaces de conminar, en la medida de lo posible, a los poderes fácticos a sujetarse a la ley. Lo que es peor en algunos casos, los propios poderes fácticos quedarán expuestos frente a la apropiación de los poderes jurídicos por sus rivales. A ver si con el tiempo, esos jueces nuevos tienen dueño que rete al propio gobierno para satisfacer sus intereses concretos.

Este es un tiro a la deriva y vulnera el futuro, por ignorar el pasado. La operación que sugiere la Reforma, se ve complicadísima y se va a atorar en su ejecución.

Yo ya lo he dicho muchas veces: la propuesta de reformar a la justicia es insoslayable. En México se abrió el debate en la campaña. El plantear una reforma judicial es un acto legítimo si cumple con dos propósitos fundamentales: garantizar la integridad de todos los funcionarios judiciales y acercar los esquemas de justicia a los más pobres.

Es tiempo de explorar jueces de equidad que resuelvan los problemas vecinales que son la fuente de muchos conflictos para los que menos tienen. Hace poco en los Altos de Chiapas, pude ver ejemplos de estos procedimientos llevados en lenguas indígenas, que dignificaban a los impartidores de justicia y a los justiciables.

Nadie en su sano juicio puede pedir que las cosas sigan igual. Se revolvieron las aguas y para eso son las campañas. Se trata que el fruto de este ejercicio sirva a México, no que lo destruya.

Abogado

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