Nueve y quince de la mañana. Tras concluir su conferencia de prensa, Claudia sube a la planta alta de Palacio, dirigiéndose a la puerta del departamento que ocupa su antecesor desde julio de 2019. Tocó con suavidad y, segundos después, la puerta se abrió.
—Hola, Claudia. Pásale. ¿Ya desayunaste?
—Buenos días, presidente. Comí algo en casa, pero te acompaño con un té. Gracias.
—Cienfuegos —dirigiéndose al elegante mesero que estaba de pie a un lado de la mesa, esperando retirarle el sillón a la visitante—, ofrécele un té a la presidenta.
—Por supuesto —replicó el militar habilitado, al tiempo que abrió el espacio entre la silla y la mesa, para que la invitada se sentara. Otro mesero hizo lo propio con el habitante del amplio departamento.
Ya sentados, Andrés pidió unos huevos motuleños y café de olla, mientras Claudia esperaba para probar la infusión que había elegido de la gran variedad de sobres que le ofrecieron en una elegante caja de madera con el escudo nacional grabado en la parte superior. No pudo evitar acompañar su bebida con unas tentadoras galletas danesas que estaban en la mesa.
En el desayuno tuvieron una conversación informal, con tópicos sin importancia. Acordaron esperar a la sobremesa para entrar en los temas torales de la reunión. Andrés pidió a Cienfuegos que los dejara solos. El mesero accedió y salió con su colega del departamento.
—No te pude recibir la semana pasada —inició la conversación el tabasqueño—, por estar al pendiente de las reformas y en permanente contacto con Ricardo y Adán, asegurándome de que todo saliera como lo planeamos. Afortunadamente, mi paisano es increíblemente eficiente en eso de convencer o torcer a quien haga falta para conseguir los votos necesarios. Me maravilló la forma en la que dobló al ministro Pérez para asegurar la reconstrucción del Poder Judicial y la garantía de que nunca más se interpondrá en nuestras decisiones. Sin duda, fue mi mejor regalo de cumpleaños. Por cierto —la miró fijamente—, estuviste a nada de regarla. ¿Cómo fue eso de que «Esperemos al resultado de la votación»? Fue una torpeza de tu parte y alertaste a todo el mundo de que ya habíamos planchado el asunto.
—Reconozco que me fui de boca —replicó la mandataria—, pero no pasó a mayores. Fue una muy buena noticia la resolución de la Corte, pero me estás dejando muy mal parada ante las fuerzas vivas, con el poder que le estás otorgando al zacatecano y a tu paisano —replicó Claudia, con evidente angustia—. Son ellos, y no yo, quienes ahora tendrán bajo su mando al Poder Judicial. Al paso que van, no tengo duda de que ahora querrán subyugarme y controlarme. Por eso te pedí que nos viéramos; este río se está saliendo de madre. Me urge que…
—A ver, Claudia. Escúchame —la interrumpió el macuspano, levantando la voz—. Esos dos y el que preside el Senado no hacen absolutamente nada sin mi consentimiento. Les di esas posiciones para que continuaran con nuestro proyecto, pero, a la primera que dejen de seguir mis órdenes, se van al carajo. Y no deberías quejarte, que tú y yo también hicimos un trato. Jamás permitiría que estos te hagan a un lado y primero los fundo antes de que se subleven.
—Te lo agradezco, presidente, pero me han puesto en ridículo ante la ciudadanía; ahora soy el hazmerreír de todo el mundo, incluido nuestro partido. Ni Luisa ni Gutierritos han hecho algo para revalorarme ante la degradación provocada por tus operadores. Eso significa que tú has permitido que sucedan esas cosas.
—No le hagas caso a aquellos y menos a estos. Ya te dije que todo está bajo control y, si me dejas trabajar, irás aumentando tu poder progresivamente. A partir de tu tercer año, suponiendo que superes la Revocación de Mandato —le señaló con una sonrisa sardónica— y te encargues de que Andy se quede con la candidatura presidencial, no volverás a saber de mí. Fue lo que acordamos antes de la cesión del bastón de mando y yo pienso cumplir. Te recuerdo que hoy eres la presidenta de la República, pero no olvides quién sigue en la Silla.
—¿Qué harás para que Ricardo le baje a su altanería y deje de contradecirme con temas como la reforma fiscal?
—¿Acaso no te diste cuenta, Claudia? Se ve que no has aprendido nada. ¿Crees que fuiste tú quien lo forzó a recular con el tema del helicóptero? Mira —continuó López—, sin ánimo de que te sientas mal, observa a tu alrededor y dime: ¿a quién tienes de tu lado? El Legislativo es mío, el Judicial está muerto, la Suprema Corte, el Tribunal Electoral, el INE y más de 20 gobernadores me apoyan al cien. En cambio, ¿a ti quién te apoya?
—Pues no tengo forma de rebatirte. Me tienes atrapada.
—Exacto. Pero quiero ayudarte. ¿Qué necesitas?
—Tu apoyo con la Ley de Seguridad Interior. Necesito a Harfuch por encima de Gertz, con poderes de investigación y acciones ministeriales. Quiero mantener a todos tus operadores a raya, con expedientes enormes que los puedan fundir en prisión por el resto de su existencia.
—Está bien —respondió el anfitrión tras meditarlo por largos segundos—. Tendrás tu ley y puedes pedirle a este muchacho que arme los expedientes de quien tú quieras, pero si los usas sin mi autorización, te vas tú primero que ellos, ¿está claro?
—Más claro que el agua. ¡Gracias, presidente! ¿Alguna instrucción adicional?
—Estoy preocupado, pues ya no estoy seguro de contar con Trump. En uno de sus arranques podría acabar con toda la operación de los cárteles y llevarnos al baile a muchos. Quiero que le cumplas, sin chistar, todos y cada uno de sus caprichos. ¿Entendiste? Si sirve de algo, ofrécele a Rocha, Villarreal, Cuitláhuac, Cuauhtémoc y hasta Delgado. Ellos, a cambio de que nos dejen en paz a mis hijos y a mí.
—Cuenta conmigo. Por cierto: ¿cuándo te vas a Palenque?
—Seguimos en contacto, Claudia.
Sin decir más y tomándola del brazo, la llevó hasta la puerta y se despidió cariñosamente de ella, con un beso muy apretado en la mejilla.
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