México tiene ante sí un compromiso ineludible con sus niñas, niños y adolescentes: erradicar la pobreza infantil en los próximos años. Hoy es posible hacerlo con los recursos económicos e institucionales existentes. No es un sueño para un horizonte lejano, sino una meta alcanzable en el siguiente sexenio de gobierno. Y si México alcanza ese resultado histórico, iniciará además el camino hacia la progresiva eliminación de la violencia social que afecta hoy a tantas familias, comunidades y territorios.

Los esfuerzos nacionales por reducir la pobreza en los últimos años presentan resultados esperanzadores. Entre 2020 y 2022, la población afectada por la pobreza se redujo de 43.9% a 36.3%. En el mismo período, la pobreza infantil y adolescente disminuyó de 52.6% a 45.8% (CONEVAL, agosto 2023). Esto significa que, de los 43 millones de niños, niñas y adolescentes en México, aproximadamente 17 millones viven en condiciones de pobreza y 3.7 millones de ellos en pobreza extrema. Es decir, uno de cada dos niños es pobre en un país que tiene la posibilidad, la capacidad y la necesidad de evitarlo.

Estos niños y adolescentes padecen múltiples carencias sociales, pero la más relevante es la falta de acceso a servicios de salud, agua y saneamiento, nutrición adecuada, cuidado diario, educación de calidad, protección y seguridad social, y protección frente al abandono y el abuso. México, a diferencia de otros países en el mundo, tiene la riqueza económica, la capacidad institucional y el conocimiento técnico para que ninguna niña, niño o adolescente esté excluido de esos servicios. Por eso hoy es posible plantearse la erradicación de la pobreza infantil y adolescente al finalizar el próximo sexenio.

El gobierno de México ha dado pasos estratégicos en esa dirección al plantearse crear el Sistema de Salud para el Bienestar, con la finalidad de otorgar atención médica gratuita a la población sin seguridad social. La reforma articula al IMSS BIENESTAR, las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal y estatal para lograrlo. La conjunción y compromiso de estas agencias gubernamentales evidencia la fortaleza institucional de un país en el que toda niña, niño y adolescente puede y debe recibir servicios de salud progresivos, integrales y universales sin importar la condición de afiliación de su familia; y demuestra que es posible que gocen también, con base en sus necesidades, de las demás prestaciones que integran la seguridad social desde su nacimiento.

México tiene el deber de que, en el marco de esta reforma, se garantice efectivamente el acceso universal a la seguridad social de toda niña, niño o adolescente. Esta propuesta puede complementariamente fortalecerse a través de becas escolares y otras formas de apoyo socioeconómico que contribuyan a reducir la pobreza familiar.

Un ejemplo del impacto que generan estas medidas lo constituye la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores, que ha reducido eficazmente los niveles de pobreza extrema en este grupo poblacional (de 8.8% en 2018 a 4.8% en 2022, según datos de CONEVAL). Este ejemplo exitoso podría retomarse y aplicar su concepto de universalidad a la población infantil y adolescente.

El país no sólo debe apostar a la universalización de la salud y de los programas de nutrición adecuada, sino también a la universalización da la educación de calidad, trabajando especialmente la ampliación de la cobertura de la educación inicial y media superior, para que niñas y niños menores de 5 años y adolescentes desarrollen las capacidades necesarias para construir trayectorias educativas exitosas que signifiquen mejores oportunidades a futuro.

Entre esas oportunidades, está la de vivir en un entorno libre de violencia, pues la pobreza infantil y la violencia están estrechamente relacionadas. Efectivamente, crecer en condiciones de pobreza incrementa las probabilidades de exposición a situaciones de violencia, abandono, abuso y explotación. Al mismo tiempo, crecer en entornos abusivos y violentos durante la infancia y adolescencia tiene un impacto a largo plazo en los procesos de aprendizaje y, eventualmente, en la capacidad de llevar una vida productiva y contribuir a la sociedad y economía del país.

Finalmente, ninguna de estas medidas podrá ocurrir si no se asigna presupuesto suficiente y acorde a las necesidades de las niñas, los niños y adolescentes. En el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, considerando las recientes revisiones del Proyecto de Presupuesto 2024 en la Cámara de Diputados, México tiene ante sí la oportunidad de revisar lo que se invierte y asegurar un presupuesto más robusto y generoso para la niñez y adolescencia.

México puede y debe erradicar la pobreza infantil en el próximo sexenio. Es un sueño deseable, pero sobre todo posible. Las niñas, niños y adolescentes celebrarán ese logro, junto a todas las mexicanas y mexicanos que son ya ciudadanos del siglo 21.

Representante de UNICEF en México

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