Esta historia inicia en la colonia Pensil, en la Ciudad de México. El interlocutor es mi nuevo peluquero, Nacho, quien le va al Cruz Azul , aunque tiene volteado el escudo contra la pared, porque no le han ido las cosas bien a La Máquina y era un bebé cuando la última copa de Liga.

En su niñez, recuerda nombres como los de Pedro Duana o Porfirio Jiménez, quien —orgullosamente dice— aquí vivía, en la Pensil, como a cuatro cuadras de la pelu.

—¿Usté de dónde es don?

—Yo soy de la Industrial.

—¿Y ahora qué anda haciendo por acá, que allá no hay peluqueros que se rifen?

—Sí, claro que hay, pero el último, que era herencia de mi jefe, se cambió y no lo encontré por ningún lado y, ahora, aquí me agarró la tarde. Por cierto me trajo un cruzazulino, mi carnal, que vino a una cita de trabajo aquí a la vuelta.

—Pues ojalá le guste y se haga cliente.

—Pues eso, yo creo que aquí me vas a tener a cada rato.

—¿Y usted a quién le va, jefe, si no es indiscreción?

—Yo le iba al Necaxa cuando tenía las rayas rojas en la camiseta, pero ahora en rebeldía le voy al América , y namás le voy, que llegan Giovani y hasta

Paco Memo,

no cabe duda que atiné. Pensé en irle a La Máquina por mis hermanos y por Ricardo Peláez , pero finalmente las Águilas me parecieron la mejor opción.

—¿A poco conoce a Peláez?

—Claro, es mi cuate, pero no sé, con todo y todo voy a irle este torneo al América, está divertido.

En el fondo de la peluquería se escucha la voz de Raúl: ¡Yo le voy al América! Es el momento en el que va llegando mi hermano a recogerme.

Escuchando parte de la plática, y fiel al Azul, le dice a Nacho que al Rulas le haga trenzas y él le invita la peluqueada.

Este es México, el de la pasión en las peluquerías, en las calles, en los entrenamientos, los aeropuertos (como el día que llegó Paco Memo), los taxistas y —en general— la gente.

Han sido cuatro años de orden y disciplina suiza, de no poder hablar de futbol, porque no hablo en francés o en kosoveño, pero tampoco le voy a ningún equipo después de que San Françoise j ugó en el Ajaccio. Ningún mexicano juega en Suiza y Shaqiri no termina de convencerme, y tampoco el Lausanne de la Segunda División. México tiene ese sabor a futbol el fin de semana. Historias de vida, unidad a unos colores, los que sean y aunque pierdan.

La vida rueda y tengo que regresar, pero me llevo en el gusto a Nacho y al Rulas, que le van a La Máquina y al América.

Igual que yo, aunque a solas espero cada fin ver a mi equipo, el que tenía rayas rojas en la camiseta. Gracias por esta tarde de viernes.

@fernando_andere

Suscríbete a nuestras redes sociales:           

Google News

TEMAS RELACIONADOS