“Ódiame más”, lo mencionan con orgullo, desafiantes... presumidos. América, campeón de nuevo, en un torneo en el que ni los propios americanistas creían posible alcanzar otra final. América es un mal necesario para unos, o un bien necesario para otros, o quizá una indispensable petulancia para marcar bien los polos opuestos de nosotros los mexicanos, o posiblemente, para los antiamericanistas: La razón de nuestro mayor festejo cuando son derrotados.
América genera, como ningún otro equipo de ningún otro deporte en nuestro país, interés para quienes esperan el resultado favorable y para quienes esperan su tropiezo, porque es tema de conversación y de reacción. América es la representación perfecta de lo que aspiramos y lo que detestamos, de lo que nos encabrona y nos enorgullece, pero también de lo que debemos reconocer y, a la vez, rechazar. Representa una dualidad que únicamente logran crear los genios. Sí, los genios millonarios.
América es una institución capaz de transformar aparentes futbolistas convencionales en feroces líderes que influyen en el resto del equipo; sí, pero también en el resto de quienes discretamente laboran en el club y ¿por qué no? en quienes forman parte de una sociedad hambrienta de ejemplos positivos.
En el América, hoy levanta el trofeo de campeón un estudiante de Ingeniería Industrial de Mérida, quien apenas 10 años atrás fue invitado a probar suerte con el equipo de su ciudad que participaba en la Liga de Ascenso. Sin proceso en divisiones menores o fuerzas básicas, llegó en 2018 a este América, donde ha comprendido que no se trata de ganarse un lugar, sino de ser un líder que además forme parte de la Selección Nacional. El título pendiente que Henry Martín dejó en la Universidad de Mérida, desde hace rato lo ha obtenido en una institución donde pocos, muy pocos, logran destacar.
Este América hoy también nos regala ejemplos de inmensa superación, donde un humilde hijo de un barrendero en Zamora, Michoacán, quien incluso llegó a comer directamente de la basura, es capaz de convertirse en el portero titular de la Selección Mexicana y tricampeón con el equipo más controvertido y poderoso del país; equipo, por cierto, al que llegó Ángel Malagón después de ya no ser considerado por el Necaxa.
André Jardine llegó hace apenas un año y medio, sin siquiera ser opción real en la dirección técnica. No fue un golpe de suerte, pero tampoco de gran conocimiento, porque fue una elección desesperada.
“Ódiame más”, les encanta decir a los americanistas cuando ganan... “Ódiame más”, parece ser el motor para celebrar presumidamente... “Ódiame más”, tres veces en los últimos tres torneos y, para aquellos nacionalistas, también tienen su argumento: “Campeones, con ocho mexicanos en la cancha”. Así que, si ustedes piden con triunfos y soberbia que se les odie más, adelante, porque hoy más que nunca, les representa.
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