Marruecos es de bronce. Los Leones del Atlas despedazaron a Egipto en el partido por el tercer lugar de los Juegos Olímpicos (6-0). Esto no es coincidencia, es el premio a una de las formas más agradables de hacer futbol en nuestros días, a través de una misma generación, separada por el límite de edad en dos competencias de nivel mundial: Qatar 2022 y París 2024.
De los 26 convocados por Walid Regragui para Qatar 2022, 14 nacieron fuera de Marruecos (crecieron, han vivido en Europa) y únicamente tres jugaban para un equipo de su país (Wydad Casablanca), aunque ninguno de ellos titular. Fueron la primera selección africana en llegar a semifinales en una Copa del Mundo y su estilo de juego descarado y espectacular atrajo admiración de todas partes del mundo.
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Ahí quedó el agradable recuerdo del portero Bono, del contención Amrabat, los laterales-volantes Hakimi y Mazraoui; no se diga del atacante Ziyech, o los mediocampistas Boufal y Ezzalzouli. Todos nacidos fuera de su país, pero protagonistas orgullosos de un equipo que representó como ningún otro al mundo árabe y al continente africano.
Hasta 2020, según datos de la ONU, Marruecos tenía tres millones 262 mil 222 emigrantes (el equivalente al 9% de su población), con Francia (32.5%), España (24%) e Italia (13.8%) como destinos principales. Es justamente en estos países (más Bélgica y Países Bajos) donde se han desarrollado los más representativos y eficientes futbolistas que visten los colores y la bandera norafricana, con extraordinarios resultados. La constante en sus relatos y razones por las que decidieron representar al país de sus padres es que jamás dejaron las tradiciones, comida, religión e idioma, lo que nos remonta a las imágenes de sus respectivas madres en cada estadio, fundidas en abrazo con sus hijos, luego de finalizar los partidos en Qatar.
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En la selección olímpica del entrenador Tarik Sektioui había siete nacidos en Marruecos, de los 19 convocados, entre ellos el goleador del torneo Soufiane Rahimi. Es decir, también dentro de su propio territorio surgen futbolistas de élite.
Esta vez, en Nantes, Marruecos volvió a provocar admiración, con la primera medalla obtenida en futbol. Ya desde su primer encuentro, contra Argentina (aquel de las dos horas de suspensión para invalidar el gol del empate sudamericano), mostraron ser candidatos. En la semifinal contra España, renunciaron a su estilo durante el segundo tiempo, y lo pagaron caro. Sin embargo, contra Egipto comprobaron que también la selección Sub-23, con una mayoría de nacidos en Europa, es parte de una generación que ha obtenido el premio con el bronce y continuará provocando alegrías, euforias y abrazos entre madres y futbolistas en los estadios donde riegan ese lindo futbol.
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