Sí, soy de los que piensan que los antagonismos en el futbol se deben respetar hasta el exceso, de quienes están convencidos de que no hay manera de encariñarse con los dos equipos con mayor rivalidad, sólo por vestir su camiseta. Soy de los que creen que, si un equipo representa a las clases económicamente más favorecidas y otro a los más marginados, esa rivalidad se debe mantener. Soy de quienes están convencidos que si la afición no se cambia de colores, mucho menos deberían hacerlo las directivas al comprar o vender futbolistas de y a su acérrimo rival.
Sería enorme la lista de futbolistas que han aceptado vestir la camiseta de Chivas y América. Por lo mismo, parece ocioso señalar al Chicote Calderón como portador de una doble moral futbolera. Y es que ni siquiera se puede asegurar que se enamoró del Rebaño durante sus cuatro años en Guadalajara, ni que ahora sentirá un gran apego hacia el club que lo ha salvado del destierro rojiblanco. Recibe una oportunidad que no merecía, de acuerdo a sus indisciplinas, y su nuevo equipo le hace ver que sus (graves) faltas al reglamento interno en realidad no tienen consecuencias.
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Probablemente, es la escasez de futbolistas con sus características, o quizá la posibilidad de ser contratado sin pagar un traspaso, o la urgencia de contar con un competidor fuerte para la lateral izquierda, pero lo cierto es que América contrató una bomba de tiempo, que veremos si es capaz de desactivar.
Por otro lado, la polémica es mayor con Alexis Vega, quien rechazó las condiciones que Cruz Azul le ofreció para contratarle. Parte del mismo grupo de indisciplinados y reincidentes de Chivas, el que hace poco más de un año llegaba a Qatar como el posible salvador de la Selección Mexicana, hoy se da el lujo de no aceptar las condiciones de uno de los equipos más atractivos para cualquier futbolista mexicano. A sus 26 años, las graves lesiones, su altísimo salario y su ya conocido gusto por las fiestas, no son una combinación fácil.
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Al parecer, Alexis también considera que su pasado reciente no debe tener consecuencias. Responde y desmiente a quien con fundamentos (y autoridad) le critica su falta de profesionalismo y rechazo a La Máquina, en redes sociales, pero no proporciona versión alguna, por lo que su imagen queda doblemente deteriorada.
Una vez más, estamos frente a futbolistas que no valoran su profesión, que no han sido bien asesorados y a quienes les aparecen ofertas de grandes equipos, que no se ganaron en la cancha recientemente. Bien valdría la pena rascar un poco en los casos de Giovani dos Santos, Gullit Peña o Marco Fabián, para darse cuenta cómo es que mundialistas mexicanos de gran nivel dejaron ir la carrera entre los dedos y, sin duda, en algún momento el arrepentimiento les asfixió.
Sí, soy de los que piensan que el antagonismo favorece la pasión y la competencia, y de los que están convencidos de que con la afición no se juega, ni se le puede engañar. Por lo mismo, el primer jugador que pasa de Chivas a América en este siglo debe convencer, en la cancha y en el comportamiento, que es digno de una oportunidad como la que se le presenta. Y de la misma forma, Vega —en su nuevo club— será el único responsable de demostrar que no se necesitan ponerle cláusulas de rendimiento y comportamiento en sus siguientes contratos.
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