“Libertad para soñar”, dice el lema escrito en cada uniforme del . Porque en Miami se soñaba primero con un equipo en MLS, luego con un estadio, con una estrella de talla mundial y ¿por qué no? con algún título.

Diez, han sido 10 brillantes, espectaculares y/o sufridos juegos desde la vez que Lionel Messi sustituyó a Cremaschi, en el minuto 54 del primer partido de Leagues Cup, contra Cruz Azul, en Fort Lauderdale. Nueve triunfos y un empate, con tres series de penaltis ganadas y múltiples jugadas memorables que, sin duda, insertan a la perfección en el objetivo de cualquier deporte que se practica profesionalmente en Estados Unidos: espectáculo.

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Inter Miami, con todos los tickets vendidos en el resto de sus partidos, es un fenómeno mundial transformado —casi de la noche a la mañana— por el mejor futbolista que haya pisado una cancha en la época más física, más atlética, más rápida y con menos espacios, desde que se reguló el futbol aquel 26 de octubre de 1863.

Nueve de cada 10, 19 de cada 20 o 49 de cada 50 camisetas en el estadio del Inter Miami llevan el número 10 y el apellido Messi. Camisetas que en la tienda oficial cuestan 50 dólares más caras que cualquier otro jugador del equipo y, previo a los partidos con largas filas para entrar, se agotan.

Hoy, ir a presenciar un partido en el DRV PNK Stadium de Fort Lauderdale, no es ir a ver al Inter Miami, es ir a ver a Messi. Futboleros y no futboleros. Sin embargo, como muy pocos, el astro argentino ha sido capaz de influir directamente en el rendimiento de sus compañeros.

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Sí en el nivel del equipo, pero sí también en convertir a quienes le rodean en mejores futbolistas... El único problema es que Messi no hace mejores aficionados y hoy asisten “clientes” dispuestos a pagar fortunas, con tal de tener un asiento en el recinto disponible para sólo unos cuantos miles.

Desde el tiro libre anotado a Andrés Gudiño, en el minuto 94, que dio el primer triunfo a Miami con Messi, hasta la jugada individual que realizó, en el último minuto del empate contra Nashville, cuando no existían espacios posibles, pero él fue capaz de abrirlos con un disparo atajado por el arquero rival. Pasando por el formidable segundo gol anotado en New Jersey, durante su debut en la MLS, al 89’, con dos asistencias y pases dignos de la realidad virtual, más no de la realidad. Entre esos 38 días, Messi anotó 11 goles (más los convertidos en serie de penaltis), pero sobre todo demostró un compromiso inmenso con su nuevo equipo, lo que ha enamorado a propios y extraños.

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“Libertad para soñar (freedom to dream)” es justamente lo que nos permite hoy en día observar, en el estadio o a través de una pantalla, al más trascendente futbolista contemporáneo del mundo. Y sí, la libertad para soñar en quienes acuden al estadio con la ilusión de presenciar una genialidad, en quienes visten orgullosamente el número 10 rosado, en quienes prenden su dispositivo y se emocionan cada vez que el campeón del mundo recibe el balón, y en quienes, tal cual, sueñan (muy probablemente en vano) con ser otro Messi o ser padres del siguiente Messi.

Inter Miami continúa lejos de las posiciones de Playoffs en su Conferencia; de hecho, es el segundo peor equipo de la MLS, pero a nadie le importa. “Libertad para soñar”... Nunca mejor aplicado el lema, en una ciudad cada vez más aspiracional e inalcanzable, como Miami... Como Messi.

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