“La búsqueda del poder es una tendencia innata que viene desde lo más profundo del ser humano... Al tener poder, el individuo siente que trasciende, que se afirma en su yo individual. Piensa que, si logra tenerlo y ejercerlo, pasa a formar parte de los selectos, de los escogidos, de los importantes”.

Mucho cuidado con las palabras escritas por Sánchez Azcona en Ética y Poder, porque revelan el peligro de obtener poder, lo arriesgado de “hacer poderoso o dar a alguien autoridad, influencia o conocimiento, para hacer algo”, como dice textualmente la definición de “empoderar”.

Porque seguramente usted ha escuchado o leído la palabra “empoderar” desde el interior de la Selección Nacional.

Allá por el siglo XV, Maquiavelo ya expresaba (con enorme agudeza) que la motivación fundamental del hombre es el amor al poder, a través del cual obtiene reconocimiento social... Y ni siquiera cámaras existían... ¡Y ni siquiera el futbol se había inventado! Pero el poder, en poquita cantidad o a manos llenas, descubre una intención de perpetuarse en ese sitio, desde donde se puede someter, y no precisamente desde donde se puede razonar.

La Selección Mexicana fracasó estrepitosamente en el único torneo oficial que podía disputar antes de la Copa del Mundo 2026. La Copa América terminó siendo una excelente razón para reavivar a los detractores del Tri, a los de la actual administración de la FMF y a los de Jaime Lozano. Motivos de sobra tuvieron para atacar a una Selección inoperante, que debió regresar a México eliminada en la primera ronda, pero que “empoderó” a sus futbolistas jóvenes, de acuerdo con lo publicado por sus medios oficiales.

Paradójicamente, quienes salieron más “empoderados”, tras la eliminación de México en la Copa América, fueron aquellos jugadores ya probados, pero no convocados, quienes —a medida que no llegaba el gol en la portería rival, ni los resultados positivos— obtuvieron más menciones y adquirieron más notoriedad por su inexplicable ausencia.

No se empodera un futbolista que no tiene minutos en una competencia, no se empodera el que los tiene a cuentagotas; no se empodera aquel que no cumple sus objetivos, ni el que fue vencido por un rival de similar capacidad... Se empodera el que se impuso a las adversidades, el que mejoró su rendimiento y superó expectativas.

Resulta empoderado el que cumple con sus objetivos... Sí, el que cae y se levanta, pero sobre todo el que sorprende gratamente, el que demuestra que incluso en distinta posición, es capaz de rendir y se empodera... El que demuestra liderazgo cuando los líderes designados desaparecen.

Sí, la búsqueda del poder es una tendencia innata, y al sentir que se ha obtenido, parece muy fácil acumular fortalezas y dejar a un lado la humildad, hasta que alguien, de pronto, se encarga de poner al individuo (o al grupo) en su lugar, con un golpe de realidad. Por lo mismo, tengamos mucho cuidado al empoderar y ser empoderados, mucho más cuando carece de toda objetividad.

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