“Cada sorbo es orgásmico. En cuanto la boca roza el vaso, los ojos se cierran. El frío recorre, centímetro a centímetro, de la garganta a los riñones. Una gota consigue escapar... Se escurre por la comisura de los labios. Camaleónica, la lengua la atrapa de nuevo. El acto se repite. Lo único que puede interrumpir el ritual es una jugada de peligro o un gol...”, escribió Llanely Rangel, muy atinadamente, en un portal hace pocos años.

Y es que beber cerveza mientras se disfruta de un partido de futbol es una tradición tan arraigada como ponerse la camiseta del equipo en el estadio.

La comunión, la rima y el acompañamiento son ideales.

Lee también

Sin embargo, de hace unos años a la fecha, la cerveza en los estadios pasó desde la prohibición por muy mal comportamiento, a los absurdos “bautizos” en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, pasando por la celebración de un gol a través de arrojar esta bebida por los aires, sin importar en quién cae.

Es justo en este punto donde me quiero detener esta ocasión.

Dentro de un esfuerzo constante por detener la violencia, agresiones y discriminación en los estadios, aparece un vacío, tanto en los partidos de la Liga MX como en los juegos de Selección Nacional en México y Estados Unidos, en el que no se prohíbe mojar, bañar y hasta empapar a otros aficionados con agua, cerveza o refresco... Simplemente, porque cientos lo hacen a la vez y parece más fácil no prestar atención.

Lee también

Según recuerdo, esta pésima costumbre inició en el estadio de Xolos, cuando el equipo ascendió. Era una característica folclórica, y probablemente original, aventar la cerveza para celebrar el gol del equipo fronterizo, hasta que comenzaron los pleitos en la tribuna y la directiva de Tijuana prohibió dicho festejo.

Pocos años después, en Estados Unidos, algunos paisanos decidieron hacer lo mismo y —de inmediato— la seguridad los retiraba del estadio.

Un buen día, la costumbre se expandió impunemente y, mientras unos arrojan cerveza, otros se resignan mojados y olorosos, pero otros más, los encargados del orden, se hacen de la vista gorda.

Todos, bajo la premisa de: “Así es esto” para joder y joderse... Y ni modo.

Lee también

Entre los aficionados de México, se consume en promedio un vaso por persona, uno y medio si el resultado favorece, según investigaciones, a pesar de que la venta se suspende a la mitad del segundo tiempo. En un encuentro con más de tres goles y decenas de tipos que deciden aventar su vaso con el contenido, el resultado es tanto líquido consumido como tanto líquido desperdiciado; es decir: una estupidez.

Arrojar cerveza, refresco, agua o cualquier otro líquido u objeto (no se diga orina), incluidos vasos, es claramente una agresión, un acto de provocación y hasta de violencia. A nadie le gusta ser mojado sin su consentimiento. Los goles son para celebrarse ruidosa, escandalosa y efusivamente, sin molestar al prójimo, más allá de lo estrictamente deportivo. La cerveza es, como escribe Rangel, orgásmica cuando se bebe en condiciones y lugar adecuados, pero cuando se mezclan ambas cosas incorrectamente, se deben tomar medidas estrictas, como las que hoy NO se toman en los estadios, aunque de acuerdo a lo que vemos en los estadios... ¡Urgen!

Lee también

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS