Las aceras o banquetas, en México, se convirtieron —a lo largo de los años— en espacios de convivencia común y vecinal, elemento fundamental de la vida social en las grandes ciudades. Porque desde hace más de 200 años, primero como orden y después como decisión personal, cada mañana las banquetas se barren y limpian, como para borrar la mier... anterior, como para desaparecer la basura... Como para reiniciar.
Porque barrer la banqueta significa deshacerse del que jode, retirar al que nos hace la vida compleja y —de paso— nos da terapia para tomar impulso cada mañana. Y es que barrer la acera representa el rechazo de lo que no queremos y, poquito después, el agrado hacia lo que tenemos limpio.
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Las dependencias públicas, los Gobiernos locales o federales, son el mejor ejemplo de lo que significa barrer con todo, porque —para bien o para mal— nadie se queda en su puesto una vez concluido el periodo. Y, caso contrario, vemos equipos, instituciones deportivas, sindicatos, donde la gente se petrifica en el puesto sin importar las crisis, los resultados o la renovación.
Barrer las aceras, la Liga MX o la Federación Mexicana de Futbol es tan necesario como importante, ya que la acumulación de basura y desorden, tras un tiempo, se vuelven tan invisibles como cotidianos.
Después del fracaso en la Copa del Mundo Qatar 2022, se anticipó no sólo una barrida, sino hasta el cambio de adoquín dentro de la FMF, pero al final, 90 días después, únicamente se levantó el tapete para echar el polvo acumulado debajo. En la misma banqueta, poco después, apareció un predecible socavón que ha sido necesario reparar casi por completo.
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De igual manera, la Liga MX se ha resistido a limpiar la basura, los desperdicios y los escombros que ya no desaparecen con una simple barrida. Manchas y chicles pegados que indiscutiblemente la MLS ha evidenciado recientemente en la Leagues Cup. Este torneo debe, más allá de los resultados, dejar lecciones acerca de la importación de futbolistas de cualquier país, no sólo de cuatro o cinco. Lecciones de dinámica dentro del juego, de captación de aficionados y de fortalecimiento de una marca. Veamos qué tan bien se aprende esa nueva técnica de barrer.
Barrer las aceras nació en el siglo XIX, como una obligación ante la creciente suciedad de las grandes ciudades, de la mano de una campana que anuncia (hasta nuestros días) la pronta llegada del transporte recolector. Hoy, en una ciudad carente de basureros, como México, barrer es una decisión personal que sólo provoca gusto y aceptación entre quienes debemos caminar sobre ese espacio que alguien voluntariamente decidió limpiar.
Hay barridas con escoba de varas, hay barridas con sopladores y hay hasta quienes barren con las manos... Hay barridas verbales en una interlocución, hay barridas para quitar el balón y hay barridas beisboleras, donde un equipo gana la serie sin derrotas.
Pero seamos claros: barrer no es despedir, barrer no es olvidar, barrer no es negar. Se barre con el pleno conocimiento de que, tan pronto como mañana, la banqueta estará de nuevo sucia y será necesario volver a barrer. Pero se barre como terapia, como servicio, como convicción y como extensión de la propia limpieza interna del hogar. Porque para estar limpio por fuera, es necesario estarlo por dentro, en toda clase de barridas.
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