Para llegar a Zacatepec, no se necesitan señales; basta con seguir los restos de caña que —por años— han arrojado los camiones de carga en las estrechas carreteras que van y vienen a la pequeña ciudad, muy discretamente alterada al paso de los años: El mercado y la iglesia de Santiago Apóstol han sido remodelados tras los daños ocasionados por el sismo de septiembre de 2017 y el emblemático estadio Coruco Díaz, totalmente reconstruido. De ahí en fuera, el resto de la pequeña ciudad, sólo ve pasar el tiempo sin alterarse; así, con el tapete natural de cañas aplastadas que cubren sus calles.
Junio de 1991, Zacatepec y Atlante disputaban un partido trascendental dentro de la Liguilla por grupos en la Segunda División. Los Cañeros necesitaban ganar y los Potros no perder, en la llamada Selva Cañera. El sol ardía sobre la cancha de pasto grueso y largo a eso de las 3 pm, cuando el partido arrancó, ante unas tribunas que —sin duda— presentaban sobrecupo.
Hacia el minuto 86, el partido se encontraba 2-2, con el equipo local desbordado al frente, en busca del triunfo. Tras un centro hacia el punto de penalti, quedó el balón rebotado dentro del área y Apolinar Cortés, de Zacatepec, anotó. El árbitro Rodolfo Fregoso validó el gol, pero después de consultar con su asistente, Gonzalo González, determinó —varios minutos más tarde— que la anotación fue conseguida en fuera de lugar, desatando la ira del público.
Lo que siguió luego del silbatazo final fueron horas de terror para todo aquel que vistiera de azulgrana: Jugadores, porristas, para el autobús del Atlante y, por supuesto, para la cuarteta arbitral.
Decenas de heridos tuvieron que ser atendidos dentro del vestuario de los Potros, protegidos y trasladados en el propio autobús del equipo hasta zonas seguras.
El Atlante pasó a la final y, posteriormente, se proclamó campeón contra Pachuca.
Zacatepec tuvo que esperar un año más para jugar la final, misma que perdió ante los Tuzos.
Lo anterior es para dar un contexto de lo que fue la rivalidad entre Atlante y Zacatepec el siglo pasado, misma que tuvo otros episodios en la división de Ascenso hace algunos años.
Hoy, puede parecer extraño, pero los Potros tienen como sede, a partir de este torneo y de manera temporal, el estadio Agustín Coruco Díaz de Zacatepec, remodelado por completo hace poco más de 10 años y con capacidad cercana a las 25 mil butacas.
Dentro de las múltiples mudanzas que ha llevado a cabo el Atlante durante sus casi 109 años de existencia, esta en particular ha encontrado muchos detractores. Gente que acusa a la directiva de poca información, que acusa a su dueño de no hacer lo posible por permanecer en la Ciudad de México y gente, supuestamente incondicional, que vio afectados sus negocios paralelos, como la venta de boletos, camisetas y viajes para seguidores atlantistas. Entre los argumentos que comparten se encuentra la enorme contradicción de ser local en una plaza donde existe una rivalidad irreconciliable, justo por aquella jornada en que corrió peligro la vida de varios aficionados.
Zacatepec es una leyenda futbolera viva, que refiere hostilidad, machetes, calor y césped truculento. Aquellas épocas sólo son un recuerdo, una vez desaparecido su equipo y transformado su estadio. Pero, en esta particular población del estado de Morelos, se vivirá de nuevo el futbol gracias al Atlante y su Gobernadora Margarita González Saravia... Y como desde hace décadas, circularemos sobre el típico tapete de cañas aplastadas que existen en cada una de sus calles y caminos para llegar y salir del Coruco Díaz.
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