“Nuestro mundo está en riesgo y paralizado, no podemos seguir así” (Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, 19/09/2022).

Desde el cambio climático hasta la pandemia, somos una especie advertida sobre la cercanía de sus tragedias que tiende a ignorar las advertencias, la extinción del rinoceronte gris (Tooze, 2021), que es muy distinta al Cisne Negro (Taleb, 2012), conforma nuestra circunstancia. El avanzado calentamiento planetario, los SARS de 2003 y 2009 nos obligan a reconocer que advertidos estamos y que no son nuestras desgracias eventos impredecibles de alto impacto.

Hay algo en nuestra conducta que promueve la repetición de actos repugnantes, como la guerra o el maltrato que dispensamos al planeta que nos hospeda, y que pareciera corresponder a lo que Thorstein Veblen llamó la incapacidad entrenada. Lo que no queremos encontrar desaparece de nuestro radar, pero no de la realidad, y reaparece con enorme fuerza destructiva.

Si a esta negligencia le agregamos la deliberada ignorancia sobre los hechos sociales, políticos, históricos, en atención a intereses minoritarios, por ejemplo, en la enseñanza de la llamada ciencia económica, no solo subimos varios peldaños en el entrenamiento de nuestra incapacidad, sino que originamos un par de basuras: la economía financiarizada, en calidad de absurda actualización de la renta feudal y la ciencia que la justifica que, como dice Skidelsky (2022), al envidiar a la física, “analiza” los acontecimientos sociales como naturales, y bajo el tonto principio del individualismo metodológico.

Guterres habló, esta misma semana, de un necesario espacio para la esperanza; esperanza en la movilización de esfuerzos para enfrentar las diversas asechanzas en curso. La esperanza inicial debiera ser que el Parlamento de la humanidad, como Paul Kennedy bautizó a la ONU, estuviera en capacidad de proporcionarnos una paz kantiana (no una tregua), y que los gobiernos de los países miembros le dispensaran alguna atención a su Secretario General.

Los diversos tomadores de decisiones económicas, políticas, ambientales, sanitarias caminan como sonámbulos hacia un insondable abismo, y nos llevan de corbata, discutiendo, además, la adscripción de la Guardia Nacional, la moral de Alito o el sexo de los ángeles. Así, más nos tardaríamos en restaurar el mundo que en volverlo a estropear.

Taleb, Nicolas (2012), Cisne negro. El impacto de lo altamente improbable, Paidós, México.

Tooze, Adam (2021), El apagón. Cómo el coronavirus sacudió la economía mundial, Crítica, Barcelona.

Skidelsky, Robert (2022), ¿Qué falla con la economía. Manual urgente para combatir la incertidumbre, Deusto, Barcelona.

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