“Les diré que llegué de un mundo raro” (José Alfredo Jiménez).
El próximo lunes 2 de diciembre, en la FIL de Guadalajara, se presentará el libro un mundo raro, editado por la Coordinación de Extensión Universitaria de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco y coordinado por un servidor. Es un trabajo colectivo en el que colaboraron viejos camaradas de los años sesenta (Carlos Ortega Guerrero y Gustavo Gordillo de Anda), al lado de mi ayudante, Jathalia Vega Torres; también participan: Ana Ortega Romeu, Zaide Sánchez Pherez, Eduardo Elizarraras Gutiérrez, Gustavo Vázquez Roque, David Álvarez Hernández, Miguel Álvarez Texocotitla y Heber Ayala Ceja, egresados de licenciaturas, maestrías y doctorados que, en su mayoría, han trabajado en un duradero seminario en el que se debaten problemas abordados en tesis y otras publicaciones. A continuación, y por ser -en ocasiones- un sobrestimado elemento de juicio para la compra de un libro, reproduzco la contraportada de este, en el ánimo de convertir el atrevimiento en un incentivo para su lectura.
Megamenazas, las llama el Doctor Catástrofe, Nouriel Roubini; Policrisis, es el bautizo que le obsequia Adam Tooze; Crisis de la democracia, para Adam Przeworski; Pocos contra muchos, en la documentada interpretación de Nadia Urbinati, y Ruinas del neoliberalismo, según Wendy Brown. El hecho es que el orden global enfrenta una mutación que nos ofrece Un mundo raro.
La evocación de Joseph Stiglitz, en su contundente afirmación: No vivimos una época de cambios, sino un cambio de época, se convierte en sustento del proceso por medio del cual asistimos a algo más que la contemplación de la agonía del orden neoliberal, sin poder avizorar el nacimiento de su reemplazo, extraordinariamente cargado de incertidumbre.
Desde la desglobalización hasta la paradoja de contar con una economía, la mexicana, que exporta mucho y apenas crece; pasando por el desconcierto de la figura del Estado nación, la circunstancia de la psique del sujeto post pandemia, la carencia de objetivos de la izquierda mexicana, la ilusoria disponibilidad de una candidatura presidencial independiente (justo en el crepúsculo de los partidos políticos), la emergencia y nacionalización del populismo; la absurda enseñanza de una disciplina montada en supuestos absolutamente irreales, y el incumplimiento de las más esperanzadoras promesas del liberalismo, Un mundo raro pretende abarcar una parte, solo una parte, de la multifacética transición en curso.
La invención de una mujer que no sabe llorar y que no entiende de amor, al lado de un hombre que no sabe del dolor, que triunfó en el amor y que nunca ha llorado, además de la atinada descripción que el inmortal José Alfredo Jiménez hace de su Mundo raro, es el cobijo adecuado para las elaboraciones que tiene Usted en sus manos, y que son, al mismo tiempo, un modesto homenaje al notable compositor milenario (por sus obras) y mexicano.