“… aquí la mentira se convierte en el orden mundial” (Franz Kafka, 1925, El proceso).

El año de publicación de El proceso, hace casi un siglo, fue un año de seducción fascista en Alemania que infectó a directores de orquesta –Von Karajan y Furtwängler-, compositores –Richard Strauss y Hans Pfitzner- e innúmeros académicos totalmente dispuestos a adaptarse a la ideología nazi; uno de los más notables, Martin Heidegger, es nombrado rector de la Universidad de Friburgo con el propósito de colocar a la educación superior al servicio de los ideales de Hitler, aunque un año más tarde renuncia frustrado por el estancamiento de los nazis en un nacionalsocialismo vulgar, sin la menor intención de construir un nacionalsocialismo intelectual.

En la década siguiente, la bárbara, la mentira y la estupidez tomaron el control de las vidas política, social e intelectual y pavimentaron el camino para la II Guerra Mundial. Las poderosas ofertas colectivistas, comunismo y fascismo, avanzaban, en palabras de Robert Skidelsky, sobre una democracia en estado de putrefacción, afectando el entendimiento general.

El hecho viene a colación por lo que habrá de depararnos este 2024, percibido como un súper año electoral, con cuatro mil millones de personas elegibles para votar (poco menos de la mitad de la población planetaria) en más de 70 jurisdicciones, en más de cien países, con un altísimo grado de incertidumbre.

El hecho consistente en que uno de los países con elecciones generales, los Estados Unidos, con la anomalía suplementaria por los juicios diversos en contra del ex presidente Donald Trump, la intervención en la “operación especial” de Vladimir Putin en Ucrania, la complicidad en el genocidio que el gobierno y el ejército hebreos practican en Gaza y la brutal indiferencia ante la crisis humanitaria que representa la migración multinacional que se ubica en su frontera sur, conforman el abultado cuerpo de problemas que, casi sin tener conciencia de él, afronta una sociedad por demasiado tiempo hundida en la mentira y en la estupidez.

Rob Riemen, notable filósofo de los Países Bajos, alcanza a percibir una decadencia tan profunda en los Estados Unidos, que se permite percibirlos como una versión contemporánea de la República de Weimar; una democracia socavada por la mentira de los Dolchtoos, mientras EUA es la Big Lie la que socaba la democracia, con la afirmación del “robo de votos en 2020”. En Weimar, sostiene Riemen, “las instituciones democráticas fueron socavadas por la creciente influencia de movimientos extremistas. En Estados Unidos, uno de los dos grandes partidos políticos se está convirtiendo, cada vez más, en un movimiento antidemocrático y ciertamente antirrepublicano. En Weimar se socavó la democracia por una falta de confianza y por el éxito de teorías de la conspiración. En Estados Unidos no es muy diferente”.

En ambos casos ganó terreno la idea de una revolución política conservadora; también resulta apreciable que, en los dos países, han florecido movimientos políticos que aportan una política de mentiras, miedo, odio, xenofobia, materialismo, racismo, violencia funcional y el culto a un demagogo considerado una figura mesiánica por sus partidarios.

No puede ignorarse la advertencia sobre que las instituciones democráticas, incluidos los comicios libres, no son garantías de la continuidad de la democracia liberal. Ni ha sido ni tiene porque ser así.

El resto de penurias que asechan a la sufrida especie: catástrofe ambiental, estanflación, sobre población, guerra comercial, IA descontrolada, nuevas pandemias y una nueva versión de la Guerra Fría, continuarán su propia marcha más allá del 2024. Lo que parece inmutable es el predominio de la estupidez y la mentira como edificadoras del orden mundial y de no pocos desórdenes nacionales. Que la historia y a la sabiduría se apiaden de nosotros.

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