Federico Novelo y Urdanivia

Say, Yellen y fentanilo

09/12/2023 |03:49
Federico Novelo y Urdanivia
autor de OpiniónVer perfil

Federico Novelo U.1

“Toda oferta implica su correspondiente demanda agregada” (Jean –Baptiste Say).

En la poco elogiosa clasificación que hizo Marx de algunos economistas, le deparó a Say un sitio dentro del populoso mundo de los economistas vulgares; un tema en el que discrepa de su amigo-adversario David Ricardo. La llamada Ley de Say funcionó para el inglés como una poderosa ayuda en el camino al pleno empleo que se pavimenta con la acumulación de capital. Para Malthus, la sedicente ley resultaba contraria a la forma de pensar de un ser inteligente y objetivo. Como quiera que se le juzgue, es una prueba irrefutable de la persistencia temporal de ciertos principios económicos, aunque estén equivocados (J. K. Galbraith dixit).

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Keynes la destroza por medio del principio de la demanda efectiva y los poskeynesianos le obsequian un cambio tan dialéctico como radical: Toda demanda implica su propia oferta. El asunto viene a colación por los motivos de la reciente visita a México de la Secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, quien se ha formado en un ambiente académico envidiable, como alumna de Joseph Stiglitz y esposa de George Akerlof (dos economistas distinguidos por el Banco Central de Suecia, con el eufemístico Premio Nobel de Economía). Dicho de otro modo, es una persona mucho más que familiarizada con el hecho consistente en que la famosa Ley de Say no sirve para nada.

Al honrar al gobierno de la 4T con su visita, Doña Janet ha sido portadora del viejo mito y supone que no es posible permitir una licencia razonable, unas saturnales autorizadas, un carnaval santificado, en condiciones que no tengan que arruinar ni la salud ni el bolsillo de los jaraneros, y que protejan la tentación irresistible a la pobre clase de los que en Norteamérica se llaman adictos (J. M. Keynes,1925, ¿Soy un liberal?, Ensayos de Persuasión, Fundación ICO, Madrid). No es posible, en primer lugar, porque las muertes que quiere evitar son muertes por desesperación, en las que las drogas acompañan al alcoholismo y al suicidio, y están originadas en el dolor, físico, mental y social, al tiempo que la ignorancia y la descalificación son sus fieles escoltas.

La geografía del dolor, en los Estados Unidos –el único país rico en el que disminuye la esperanza de vida de los hombres blancos no hispanos- es, también, la geografía de la morbilidad y de la muerte. La carencia de estudios universitarios, la pauperización de los ingresos de los trabajadores no calificados, el repudio social y el estado putrefacto de ese capitalismo, constructor de una desigualdad sin precedentes, debieran orientar a la señora Secretaria para cambiar las cosas allá.

Es, también, la geografía del voto trumpista; otra extraña y peligrosa adicción. No se podrá frenar el flujo de fentanilo con la persecución de sus oferentes, mientras la demanda, alimentada por la desesperación, se deje a su aire y, como sucede, se satisfaga con recetas de opioides legales. Si desaparecieran los numerosos cárteles de México y de Colombia (en Estados Unidos parece que no hay más que micro distribuidores), es muy poco probable que no entren en escena nuevos narcos.

Al respecto, no sobra el conocimiento de las impresiones de un gran economista escoces, Angus Deaton (también “Premio Nobel de Economía” en 2015), sobre el desinterés de sus colegas estadounidenses sobre el tema de la desigualdad. Mucho menos sobra la lectura del extraordinario texto que escribió al lado de su esposa, Anne Case, en 2020: Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo, Planeta, España.

A la adicción se le combate donde se practica y es mucho lo que una verdadera democracia social, aquí y allá, puede hacer en favor de aquellos a quienes el propio sistema coloca en la desesperación, convertida en antesala de la muerte. Un buen regreso, Doña Janet, mientras acá esperemos inspiraciones menos absurdas que el muy desigual intercambio de abrazos gubernamentales por balazos criminales.

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