“La política monetaria solo es realmente eficaz cuando reduce la actividad económica, aumenta la desocupación o frena el desarrollo”

Juan F. Noyola.

Percibir a la inflación como un aspecto particular del fenómeno mucho más general de la lucha de clases, tal como lo hizo Noyola, facilita la comprensión de la afirmación que ubica la gravedad de la inflación no en el aumento de precios en sí mismo, sino en sus consecuencias en la distribución del ingreso.

La demografía, el corporativismo que produjo el paternalismo gubernamental sobre la burocracia sindical y la podredumbre corrupta en la que esta germinó y se reprodujo, son las variables explicativas del permanente rezago de los salarios frente al resto de precios de nuestro sistema económico; simultáneamente, la contención salarial ha sido más funcional al propósito estabilizador que las extrañas hazañas de la política monetaria autónoma.

El mayor éxito del llamado charrismo sindical, es la propagación ampliada de una miserable cultura política entre los trabajadores del país con la que se acelera el crecimiento de la retribución al capital por encima del crecimiento del producto y en agravio del resto de factores.

¿Por qué es preferible una presión inflacionaria a una “solución” monetaria? Porque la segunda, en palabras del propio economista potosino, estrangula el desarrollo económico, como se están esforzando en lograrlo las bancas centrales por casi todo el planeta.

Más que el capítulo laboral del T-MEC y su reflejo en la reforma de la Ley Federal del Trabajo, más que un improbable neo corporativismo napoleónico, la reanimación de la lucha de clases en la disputa por el excedente puede originarse en la nueva visibilidad de los perdedores de siempre y en las contradicciones de el Plan Nacional de Desarrollo con la política salarial del actual gobierno. No es posible convertir al mercado interno en el motor del crecimiento económico sin elevar todos los salarios, no solo los mínimos, por encima de la inflación.

Si la dinamización de la oferta se convierte en utopía por el encarecimiento del crédito, si la coordinación público-privada para frenar los precios se hospeda en el acomodaticio refugio de la retórica, ¿por qué es el del trabajo el único precio autocontenido? Por el bien de todos, primero… congruencia.



Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, México, fjnovelo@correo.xoc.uam.mx).

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