“… para recuperar la confianza de la gente se necesitan políticas que restablezcan la confianza en su capacidad (y en la de sus gobiernos) de responder eficazmente a los problemas reales que enfrentan. Esto significa centrar las políticas en la creación de prosperidad compartida y buenos empleos, incluidas políticas que aborden de manera proactiva las perturbaciones regionales inminentes apoyando nuevas industrias y orientando la innovación hacia la creación de riqueza para la mayoría” (Dani Rodrik, Laura Tyson y Thomas Fricke, Del Consenso de Washington a la declaración de Berlín, Proyect Syndicate, 27/06/2024, p. 2).
Dos acontecimientos recientes, que permiten intuir un incremento cercano del bienestar colectivo, se han verificado, primero, en Berlín a fines de mayo y, segundo, en México el 2 de junio. El evento berlinés consistió en la celebración de una cumbre organizada por el Foro Nueva Economía; el nombre de la cumbre, “Recuperar al pueblo” plantea los grandes problemas, actuales y por venir, mediante una nueva comprensión, claramente heterodoxa, en reemplazo de la ineficiente ortodoxia que ha privilegiado durante las últimas cuatro décadas al libre comercio, la financiarización, la desregulación, la privatización y demás temas pro mercado, de los que resulta la inminente inhabitabilidad del planeta y la impresentable desigualdad multidimensional entre los miembros de nuestra especie y las regiones que ocupan.
Al final de la reunión, los asistentes publicaron la Declaración de Berlín que, desde entonces, ha sido firmada por numerosos académicos destacados por su insistente y consistente convocatoria a pensar por fuera de la ortodoxia: Angus Deaton, Mariana Mazzucato, Oliver Blanchard, Thomas Piketty, Branko Milanovic, Carlota Pérez, Dani Rodrik, Laura Tyson, Adam Tooze, Thomas Fricke y muchos otros.
¿Qué propone esta declaración? A partir de la ola de desconfianza popular hacia las democracias liberales por su incapacidad para servir a la gran mayoría de ciudadanos y para enfrentar las múltiples amenazas sobre nuestro futuro, que van de la mala gestión de la globalización al cambio climático, de la persistente inflación a nuevas pandemias por descubrir, la declaración propone recuperar la confianza de la población reconstruyendo las capacidades de una democracia mucho más social que minimalista para:
- Reorientar nuestras políticas e instituciones desde un objetivo primordial: la eficiencia económica, hacía una mayor concentración en la creación de prosperidad compartida y empleos seguros y de calidad;
- Desarrollar políticas industriales para abordar de manera proactiva las perturbaciones regionales inminentes apoyando nuevas industrias y orientando la innovación hacia la creación de riqueza para las mayorías;
- Asegurarse de que la estrategia industrial se centre menos en otorgar subsidios y préstamos a sectores para que se mantengan en su lugar y más en ayudarlos a invertir e innovar para lograr objetivos como el cero neto;
- Diseñar una forma más saludable de globalización que equilibre las ventajas del libre comercio con la necesidad de proteger a los vulnerables y coordinar las políticas climáticas, permitiendo al mismo tiempo el control nacional sobre intereses estratégicos cruciales;
- Abordar las desigualdades de ingresos y riqueza que se refuerzan mediante la herencia y el automatismo del mercado financiero, ya sea fortaleciendo el poder de los mal pagados, gravando adecuadamente los ingresos y la riqueza elevados o asegurando condiciones iniciales menos desiguales mediante instrumentos como la herencia social;
- Rediseñar políticas climáticas combinando un precio razonable del carbono con fuertes incentivos positivos para reducir las emisiones de carbono y una inversión ambiciosa en infraestructura;
- Garantizar que los países en desarrollo dispongan de los recursos financieros y tecnológicos que necesitan para emprender la transición climática y las medidas de mitigación y adaptación sin comprometer sus perspectivas;
- Establecer en general un nuevo equilibrio entre los mercados y la acción colectiva, evitando una austeridad contraproducente y al mismo tiempo invirtiendo en un Estado innovador y eficaz, y
- Reducir el poder de mercado en mercados altamente concentrados (Declaración de la Cumbre de Berlín de mayo de 2024. Foro para una Nueva Economía).
Como puede apreciarse, el cúmulo de problemas considerado en la declaración, más la vulnerabilidad de la paz y las limitaciones que tiene la ONU para garantizarla, nos presentan un problemático panorama que el mercado no puede, en caso de querer, afrontar. El Estado Innovador, tal y como lo describe Mariana Mazzucato resulta indispensable.
La buena noticia para México es que, formalidades y nombramientos aparte (salvo la nueva Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación), el término prosperidad compartida ha sido incorporado a la retórica de quien será la primera mujer que presida el país, en dimensiones que trascienden con mucho a un slogan publicitario y parecen ocupar el privilegiado sitio de una estrategia de desarrollo. Esperemos que los mecanismos que la hagan posible estén previstos en una gestión gubernamental que camine por fuera de la ortodoxia y que tome la conducción de la economía nacional; la coincidencia con los planteamientos de la declaración deberá plasmarse -ahí lo constataremos (o no)- en el Plan Nacional de Desarrollo 2024-2030.
En su caso, esta agenda trata de una verdadera transformación que, en la oferta del gobierno que llega, se habrá de profundizar compartiendo verdaderamente la prosperidad.