“El populismo no cultiva y en realidad tampoco aprecia la idea de rendición de cuentas, porque asegura que tener un líder querido y populista es condición suficiente para confiar […] la victoria del populismo no es simplemente la victoria de una mayoría, sino del pueblo “auténtico” (Nadia Urbinati, 2023, Teoría política del populismo, Revista Mexicana de Sociología 85, agosto, México, p. 217).

En el escenario global, las mujeres que han ocupado u ocupan el Poder Ejecutivo suelen rendir mucho mejores resultados que los varones y, por ello, debemos congratularnos por la victoria de la Doctora Claudia Sheinbaun Pardo, ahora formalizada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Ha habido, por supuesto, gobernantas que modificaron para mal las condiciones socioeconómicas de sus pueblos, pero que ocupan algún espacio en la nostalgia de los respectivos gobernados. La evocación de doña Margaret Thatcher y la pavorosa impronta neoliberal que le obsequió al Reino Unido y al mundo o el alumbramiento de la inquietante austeridad, impuesta a Europa por doña Ángela (háganos el favor) Merkel, a partir de abril de 2009, dejaron huella profunda en la historia.

Otro asunto por el que las y los mexicanos debemos congratularnos deriva de que el cariño y la confianza del pueblo “auténtico”, se los lleva el líder querido y no son heredables. El asunto es de enorme trascendencia por cuanto la flamante presidente, más temprano que tarde, deberá deliberar, rendir cuentas, persuadir, como no ha sucedido durante el crepuscular sexenio.

Reconocer que gobernará a todos los mexicanos, sin tomar a una parte (la buena, sabia y pobre) por el todo, abre la promisoria posibilidad de una reducción considerable de la dominante, aunque es cierto que desequilibrada, polarización que no deja de ser una desfiguración (otra vez la Urbinati) de nuestra joven, incompleta y minimalista democracia.

La negación del diálogo con la oposición que, ya lo vimos, es más merecedora de compasión que de reclamo, con la relevante excepción de Movimiento Ciudadano, fue un lujo que pudo darse el presidente saliente, pero que no es recomendable en la ausencia de un carisma que viajará muy lejos, a un lugar vasto e inhóspito (tal como Octavio Paz describió al nombre del rancho chiapaneco de AMLO); es tiempo de recobrar el arte de gobernar, por el que se camina con los pies de la persuasión y la tolerancia.

Comienza, en un país históricamente gobernado por machos, un esperanzador experimento. A todos conviene que se vea coronado por el éxito. Oj Alá.

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