En memoria de Ricardo Gamboa Ramírez, notable historiador y gran amigo.
“Hay plumajes que cruzan el pantano y… lo deja peor” René Avilés Favila (+).
Por la mayor parte de la historia de nuestra especie, la violencia –La partera de la historia, en opinión de Federico Engels- fue un ingrediente fundamental en el momento de sacudir una estabilidad que siempre favoreció a la desigualdad económica: “Las sacudidas violentas tuvieron una importancia crucial a la hora de alterar el orden establecido, condensar la distribución de ingresos y riquezas y atenuar la brecha entre ricos y pobres. Durante toda la historia documentada, la equiparación más poderosa ha resultado siempre de las sacudidas más potentes. La desigualdad se ha visto allanada por cuatro tipos de rupturas violentas: guerra con movilización masiva, revolución transformadora, fracaso del Estado y pandemia letal” (Walter Scheidel, 2018, El Gran Nivelador. Violencia e historia de la desigualdad desde la edad de piedra hasta el siglo XXI, Crítica, España, p. 24). Visto del lado de los oprimidos y los explotados, el asunto, en efecto, se ha nivelado de estas formas.
Con el advenimiento del siglo XXI, sin embargo, aparece la reacción contraria: ¿cómo los opresores enfrentan a los oprimidos? En un reciente texto de la calidad que acostumbra, Nadia Urbinati nos ofrece una serie de espléndidas respuestas en las que modifica las denotaciones de los actores, ampliando el caso de los pocos que ya no serían solo los ricos y poderosos (la oligarquía) a los que habría que sumar a los partidos políticos y, más generalmente, los
propios partidos de los muchos: el establishment (2023, Pocos contra muchos. El conflicto político en el siglo XXI, Katz Editores, España).
Las manifestaciones de descontento que arrancan con el nuevo siglo: las rotondas, las Jornadas de Vaffa, la Primavera Árabe, Occupy Wall Street, los indignados, las horcas, los chalecos amarillos, las manifestaciones sobre el clima, los levantamientos populares en Chile, Líbano, Irán, etcétera, en lo fundamental, enfrentan al orden establecido, son formas de rebelión contra liderazgos tradicionales ocupados por unos “pocos” y que lograron mantenerse ahí, por décadas.
Es el caso que, en la anomalía normativa en la que se ha convertido la lucha política en México, los tres alegres compadres (¿o dos y medio?), que alumbraron el Pacto con México que tan caro les costó, vuelven a renunciar a sus sólidos principios ideológicos para convocar a la lucha en contra de una “elección de Estado”, no arropando sino colocándose bajo las enaguas de un personaje que, también al viejo estilo, intenta combatir a la procacidad de izquierda con la suya propia.
En este peculiar sonambulismo, la combativa aspirante –de algún modo hay que llamarle- ha declarado que no trabajará con, empleo eufemismos donde son necesarios, tontos, holgazanes y rateros. ¡Y lo dijo escoltada por Alito, Markito y Chuchito! Del lado opuesto, la designación del señor Fernández Noroña, a cargo de la vocería de la defensa de la 4T, equivale a enviar a un niño gritón de la lotería a expresar, a toda voz, el pésame en un velorio.
Que falta nos hace, en México, el ocaso de los pocos (de Todos) y comenzar a darnos cuenta de la fuerza de los muchos. Doña Nadia, aunque italiana, pareció inspirarse en nuestra Suave Patria.