Federico Novelo y Urdanivia

La moral pública en tensión

15/10/2022 |01:46
Redacción El Universal
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“Hay plumajes que cruzan el pantano y lo dejan peor” (cita textual de René Avilés Fabila, Q.E.P.D.).
 

La duradera, e injusta, condena a Nicolás Maquiavelo y a su enorme legado, parte de la inmoralidad que caracteriza a la justificación de los medios, de cualquier medio, por la trascendencia de los fines. Ese reduccionismo, en nada desinteresado, también toma su sitio en la evocación de La riqueza de las naciones, de Adam Smith, como si lo único que hubiera escrito el escocés en ese portentoso libro estuviera referido a la guía que ofrece la mano invisible del mercado.

A considerable distancia de las herencias de los padres de la ciencia política y de la economía política, el aquí y ahora de la vida nacional parece despojado de la más elemental ética. Persuadir, es un decir, al dirigente (es otro) del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de apoyar las iniciativas morenistas en el Congreso, con la generosa compensación de la impunidad frente al rosario de irregularidades que explican su riqueza, es un mecanismo que iguala a los dialogantes en la perversión de la política.

En analogía con el absurdo de atacar a la elevación de los precios de los alimentos con la subida de la tasa de interés (que no colocará más alimentos en el mercado), confundir la militarización que, por las buenas o por las otras, lleva años acompañándonos, con la reducción de la violencia en el país, es confundir mucho. Demasiado.

Parece inimaginable la reivindicación de la política en México; y, sin embargo, es tan indispensable como la erradicación de la desigualdad. Sin esa purificación, la confianza en el gobierno para, es un ejemplo, poner en práctica una profunda reforma fiscal, no solo tributaria, vive en anemia crónica; la necesidad de nuevos y honestos políticos requiere que se despojen de las mañosas habilidades que hoy, más que iluminar, ensombrecen a la moral pública.

Un buen principio consiste en no celebrar esas formas de hacer política. El primer principio ético es que no todo se vale. Si es verdad el “No somos iguales”, valdría la pena intentar no incurrir en los parecidos. Oj Alá.