A LA MEMORIA DE MI PRIMO MARIO DIEZ DE URDANIVIA CARMONA.

“La usura centraliza la riqueza dineraria […]. No altera el modo de producción, sino que se adhiere a él como un parasito y lo empobrece. Le chupa la sangre, mata su nervio y obliga a la producción a proceder en condiciones cada vez más desalentadoras” (Carlos Marx, El Capital, Tomo III, p. 707).

En el excelente libro, Matar al anfitrión. Cómo la deuda y los parásitos financieros destruyen la economía global 1, de Michael Hudson, se hace un recuento histórico de la relación que han guardado banca, industria y Estado, en realidades nacionales altamente diferenciadas y contrapuestas, la británica y la alemana; la persecución del interés sobre los préstamos, con garantías inmobiliarias o de infraestructura social en el caso de deuda gubernamental, es la característica definitoria de la banca inglesa; y el financiamiento a corto y a largo plazos de la producción manufacturera, con la participación como accionista de las empresas industriales, define a la banca que alumbró Bismark.

En el origen de la escuela histórica alemana, en opinión de Wiltod Kula, animada por la insigne figura de Federico List, se miró con optimismo la sostenida tendencia a la baja de las tasas de interés desde el feudalismo, para planear un capitalismo disciplinado (científico), con una banca más interesada en el desarrollo comunitario y, por ello, constructora de una necesaria política industrial, apoyada con firmeza por el Estado.

La conclusión de la paz de cien años, desde el fin de las guerras napoleónicas (1815) hasta el estallido de la Gran Guerra (1914), entre muchas otras desgracias, enfrentó al caduco esquema financiero inglés con el expansivo sistema financiero alemán; la transición de la Confederación Germánica a la unificación de Alemania significó la creación de un Estado más fuerte que cualquiera de sus vecinos, con grandes fuerzas militares, de tierra y mar. El diplomático británico Eyre Crowe escribió lo siguiente:

“Para Inglaterra, en particular, la afinidad intelectual y moral crea comprensión y valoración de lo que es mejor según el punto de vista alemán, lo que ha predispuesto de forma natural al país a aprobar, en interés del progreso general de la humanidad, todo lo que tienda a favorecer tal poder e influencia, con una condición: deben respetarse las individualidades de las demás naciones, asistentes igualmente útiles, a su manera, en la tarea del progreso de la humanidad, con el mismo derecho a un margen para contribuir, con libertad, a la evolución de una civilización superior” (Citado en Henry Kissinger, China, 531). Alemania, en suma, aspiraba a ser algo incompatible con la existencia del Imperio británico.

Entre los saldos de la Gran Guerra deben contabilizarse la travesía atlántica de la hegemonía financiera inglesa, de la City de Londres a Nueva York, y el olvido de la institucionalidad alemana, comenzando por la triada banca, industria y Estado y el diseño y propósitos de la política industrial. Ahí comienza el largo proceso por medio del cual la primera deja de ser aliada para convertir a los otros dos en rehenes.

El rentismo financiero depredador es tan improductivo como, en el feudalismo y después, fue la renta de la tierra; es un ingreso no ganado y los bancos, hoy y como diría Adam Smith, cosechan donde no han sembrado. Recuperar la banca industrial y con ella diseñar una sólida política industrial, es un imperativo pospuesto por demasiado tiempo.

1 En la traducción al español que hace Capitán Swing, se confunde anfitrión, host, con huésped.

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