“La naturaleza aborrece lo viejo” (Ralph Waldo Emerson, citado en Nouriel Roubini, 2023, Megamenazas. Las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas, Deusto, Uruguay.

Después de que el <<Primer ensayo sobre la población>>, de Thomas Robert Malthus, inspirara a su tocayo Carlyle para calificar a la economía de ciencia lúgubre y llevara a Marx a juzgar al autor de amarillista insano, la advertencia malthusiana sobrevive, respecto a que:

1.- La capacidad de reproducción biológica del hombre supera su capacidad física para incrementar la oferta de alimentos;

2.- Siempre están operando los frenos preventivos (restricción moral) o los frenos positivos (elevación de las defunciones), y

3.- El freno final a la capacidad reproductiva reside en las limitaciones de la oferta de alimentos (Marc Blaug, 1985, Teoría económica en retrospección, FCE, México, p. 102).

El avance tecnológico que, al mediar el siglo XX, alumbró la <<revolución verde>> y obtuvo la provisión de fertilizantes, plaguicidas y demás insumos útiles para la producción agrícola, ahuyentó a las preocupaciones demográficas por un periodo considerable de nuestra historia. A fin de cuentas, el incremento de la población, particularmente el proveniente de la disminución de defunciones, tuvo un efecto virtuoso antes, durante y después de la revolución industrial, según la calificada opinión de T. S. Ashton (1950, La revolución industrial, Breviarios # 25, FCE, México).

Ahora, lo importante parece ser la pregunta: ¿por qué la demografía creciente aparece en el radar de nuestras preocupaciones y conforma, para Roubini (el doctor fatalidad), una megamenaza? Los más de 8 mil millones de habitantes del planeta conforman, apenas, el inicio de la respuesta; la frontera, siempre ascendente, de la esperanza de vida complementa el panorama, y la virtuosa incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, y su efecto en la posposición de embarazos, dificulta el diálogo, mucho más la comprensión, entre generaciones traslapadas y, al mismo tiempo, distantes, además de lo que hace el propio mercado laboral capitalista.

La precarización del trabajo, en combinación con la jubilación aparentemente temprana de quienes tienen varias décadas por delante, convierte, para quienes se mantienen laboralmente activos, en platillo poco apetecible el hecho consistente en que una parte de sus ingresos se destine a financiar los de quienes se han convertido en inactivos; no tendríamos que viajar mucho para encontrar las diferentes preferencias, por ejemplo, en materia electoral entre unos y otros.

El cambio climático que ya ha puesto en el escenario global: sequías, inundaciones, incendios forestales, huracanes y amenaza con la destrucción de la vida insular y la costera, se ha convertido en uno, no el único, de los incentivos para la migración Sur-Norte, con un abanico de respuestas desde los potenciales países anfitriones, a las que juzgar de hostiles equivale a un elogio. Entre ellas están las enfermizas decisiones, por lo demás ilegales, del gobernador del estado de Texas (bollas en el Río Bravo equipadas para infligir severos daños físicos a los migrantes) hasta la criminalización de ellos y de quienes les proporcionen cobijo y empleo.

Por su parte, el país industrializado que padece el mayor encanecimiento de su fuerza de trabajo, el Japón, ha comenzado –no tan recientemente- a desarrollar el proceso de sustitución con arreglo a la inteligencia artificial, evitándose la molestia de abrir las puertas a inmigrantes desempleados. Competir con un robot o un algoritmo está fuera de las posibilidades y capacidades de buena parte de la población nativa y de las de la totalidad de las y los migrantes.

Una mirada más comprensiva y solidaria hacia la migración, que eventualmente sustituyera a la población jubilada y pagara impuestos que pospondrían el estallido de la bomba de tiempo de las pensiones, no está disponible ni en el occidente ni en el oriente desarrollados. El Homo Sapiens (vaya soberbia con el auto bautizo) sigue mostrando su peor rostro, no solo frente el planeta anfitrión. Ahora, y desde mucho tiempo atrás, frente a sus semejantes.

Dr. Federico Novelo y Urdanivia

Profesor investigador de la UAM Xochimilco

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