La percepción diferenciada de un mismo acontecimiento por distintos actores, aunque no sea un derecho humano, es una realidad. El creciente sometimiento presidencial a sus pasiones, en buena medida, pareciera explicarse por esa diferenciación respecto, por ejemplo, al resultado electoral de 2006.

Para mi estimada colega Violeta Núñez y para Ernesto Ledezma,
en tiempos absurdamente difíciles, con toda mi solidaridad.

Si, como acontecía en ese año, el crimen organizado todavía no había recibido la convocatoria oficial a convertirse en el protagonista principal de un escenario de violencia y muerte, como acabó convidándolo el licenciado Felipe Calderón , la oportunidad para contar con una situación de seguridad mucho menos penosa se evaporó. Y es una pérdida que debiéramos lamentar todos; era, también, un año en el que la pandemia cercana, en 2009, tuvo un margen de gestión mucho menos exigente y costoso que la covid, aún en curso, y que con mayor talento que el calderonista (lo que no representa ningún desafío preocupante) pudo significar la preparación de un más decoroso sistema de salud pública, con muchas menos taras que las acumuladas hasta el 2018. En ese 2006, en fin, el sistema económico se acercaba a padecer los pavorosos efectos de la Gran Recesión, no por el consumo irresponsable de los caramelos envenenados con relleno de hipotecas impagables, sino por haberse convertido, como lo sigue siendo, en variable dependiente del desempeño del consumo y la inversión del vecino del Norte; no es el económico, un espacio en el que se disponga de evidencia de una gestión probablemente distinta.

Por último, doce años en la vida y en la salud de quien transitó de la madurez a la vejez temprana en ese período, no son un dato menor. La energía, lucidez, capacidad intelectual, seguramente no la elocuencia, reducidas son pérdidas irreparables que quien más lamenta, sin duda, es quien las padece.

Si a la cuantificación de desastres se suma la más perturbadora de las convicciones lopezobradoristas, la del triunfo robado, la del fraude organizado, el enojo -por emplear un término indulgente- parece explicarse sin dificultad. El envío de las instituciones a un lugar vasto, lejano e inhóspito, según la elegante definición de Octavio Paz, pareciera una consecuencia lógica.

La cascada de reformismo neoliberal, dominante aunque no exclusivamente económica, construyó una institucionalidad que va de la desregulación a la apertura económica y comercial, de la autonomía del Banco Central a la gerencialización de la administración pública, del tope salarial a la creación de innúmeros organismos autónomos, de la austeridad sin adjetivos a la simulación de la descentralización.

En el apresurado despido del neoliberalismo , ensayado por el presidente, es más -mucho más y mucho más emblemático- lo que se conserva que lo que, en su caso, se cancela. Por solo hacer referencia al mayor talento neoliberal, todas y cada una de las reformas salinistas (el TLCAN, hoy T-MEC la más trascendente) gozan de total apoyo gubernamental y lo que pareciera más estorboso son los llamados organismos autónomos, que no se perciben como parte de ese ambicioso paquete neoliberal, por la explicable combinación de conveniencia e ignorancia, en ese orden. Las llamadas reformas estructurales, con varias generaciones u oleadas, se ensayaron para producir un Estado anémico, hambriento y maniatado. La imposibilidad del mercado para operar de manera regular y sin ser víctima de sus excesos, la medicina a esa enfermedad que es la crisis recurrente, la emergencia de la pandemia y la barbarie de la guerra y sus pavorosos efectos, vuelven a convocar a la gestión estratégica del Estado; en medio de la incertidumbre que domina el panorama, está por verse la oportunidad y eficacia de esa convocatoria.

No solo me he permitido copiar un título que sirvió a Carpentier y a Proust; también tomo la lección que ofrecen ambos autores: El tiempo perdido es irrecuperable. Comienzo de nueva etapa: Domingo de Ramos y de Revocación de mandato y un Vía Crucis prolongado e incierto.

Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, México)
fjnovelo@correo.xoc.uam.mx

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