Contra la tradición que celebra con festejos diversos el llamado mes patrio, la irresistible tentación de pronosticar casi todo –sin respeto por la incertidumbre- adivina oscuros nubarrones para el país, obsequiados por la autoridad presidencial, durante el inminente septiembre. El tema, ahora magnificado por insospechados promotores de las energías limpias, es la normatividad energética, favorecedora de las empresas públicas y discriminatoria de las privadas, extranjeras y nacionales, que pone en peligro la adscripción mexicana al T-MEC o, en su caso, colocará pesados aranceles sobre algunas exportaciones hacia los Estados Unidos y, secundariamente, hacia el Canadá.
La calenturienta imaginación que presagia este rosario de desgracias, parte de supuestos (no explicaciones) tan audaces como los que puso en circulación con el primer viaje de AMLO a Washington; la reiterada apuesta catastrofista, en la que incurre una oposición más airada que talentosa, al errar como lo hace una y otra vez, favorece a la figura que intenta desacreditar.
Para comenzar, resta un lapso considerable para el agotamiento de las consultas que, en esencia, son mucho más de lo que su nombre indica; también conforman espacios de negociación que, en su caso, pueden exorcizar la inquietante figura de los páneles que son la única regla de la que se pudieran esperar sanciones arancelarias.
Se subestima la habilidad diplomática de los negociadores gubernamentales y el margen de negociación que ofrece la socio economía de los EUA, por no hacer referencia a la situación política por la que atraviesa; se olvida el interés presidencial por mantener vivo al instrumento de integración norteamericana, colocado en condiciones notablemente adversas para México y para Canadá por la disposición trumpista a cancelarlo, y se adivina un desplante “patriotero” que denuncie al T-MEC y nos separe de los vecinos y socios comerciales.
La modificada geopolítica y las variables explicativas de la estanflación, en curso, le otorgan un papel prioritario a un proceso, también en curso, de sustitución regional de importaciones, en el que la ventaja comparativa mexicana es indiscutible. El costo de factores diferenciado, altamente diferenciado en el caso del trabajo, incluye a un capital natural que, como lo muestra la inversión extranjera en la minería, también se prefiere por las trasnacionales consumir en México.
Debe ser decepcionante para los neo polkos que el vaticinio de un regaño a nuestro gobierno, proveniente de extranjeros, no se corresponda con la realidad. Una ayuda de memoria no resulta redundante: ¿por qué no denunció (paso previo al abandono) Trump al TLCAN? Porque sus patrocinadores de verdad, las grandes empresas trasnacionales, se lo exigieron. Aquí y en China (literalmente) se exige respeto a la soberanía. De ahí en adelante, todo se puede negociar, y no habrá panel.
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(UAM, México, fjnovelo@correo.xoc.uam.mx)