Federico Novelo U.1
A la memoria de Diana R. Villarreal González, colega y amiga excelente que recibió de la vida mucho menos de lo que mereció. Descanse en paz.
“El enemigo de la sabiduría convencional no son las ideas sino la marcha de los acontecimientos” (John K. Galbraith, 2007, La sociedad opulenta, Ariel, Barcelona, p. 34).
La pérdida de eficacia explicativa, en casi cualquier disciplina, es argumento suficiente para colocar al paradigma equivocado en el basurero de la historia. La notable excepción es la economía y, más específicamente, la teoría neoclásica; quizá por ello, un notable economista -Ha-Joon Chang- afirma que “La economía es una cuestión política. No es, y nunca podrá ser, una ciencia. En economía no hay verdades objetivas que puedan ser establecidas sin que medien juicios políticos y, a menudo, éticos. Por lo tanto, al enfrentarse a un razonamiento económico, hay que plantearse la antigua pregunta, cui bono? (¿quién se beneficia?) que hizo célebre el estadista y orador romano Marco Tulio Cicerón” (Chang, 2014, Economics. The User´s Guide, Bloomsbury Prees, London, p. 6).
Desde la confusión presente en los dos volúmenes de Economía de Alfred Marshall, donde hay dos explicaciones distintas para la determinación de los precios: en el largo plazo, por el costo de factores y, en el corto, por la cantidad de dinero, hasta la pregunta de la Reina Isabel, en noviembre de 2008 en la Escuela de Economía de Londres a los académicos ahí reunidos, respecto a la magnitud del derrumbe financiero: “¿por qué nadie lo advirtió?”, la llamada sabiduría convencional no se cansa de evocar involuntariamente a Mark Twain: “Cuando lo único que tienes es un martillo, todos los problemas parecen clavos”.
Según numerosos economistas heterodoxos, nuestra especie se encamina a un abismo en el que nos esperan múltiples desgracias, desde el cambio climático y sus pavorosos efectos hasta nuevas pandemias, pasando por la inquietante combinación de inflación con estancamiento (estanflación), guerra, desglobalización, bomba demográfica en el Sur Global y envejecimiento alarmante en el Norte, nuevas crisis financieras más frecuentes y graves, deudas impagables, hambrunas y cifras bíblicas en una migración forzada por todo lo anterior.
Seguir aplicando teorías y modelos abstractos y equivocados a una realidad a la que no se quiere contemplar de cerca. Insistir en falsas creencias como la relativa a identificar la remuneración al trabajo con la productividad marginal del mismo, cuando toda la evidencia muestra que la productividad ha crecido y los salarios se han estancado es solo una muestra de la futilidad de la teoría que domina en la deformación de economistas.
La reflexión, y la acción, deben ser radicales: “Ahora sabemos, sin duda alguna, que el capitalismo nos destruye. Y que, por lo tanto, hay que destruir al capitalismo” (Frédéric Lordon, 2022, El capitalismo o el planeta. Cómo construir una hegemonía anticapitalista para el siglo XXI, errata naturae, España).