En memoria de Carlos Tello Macías, con mi mayor afecto para Katy y para sus hijos Carlos, Martha y Javier.

“Las políticas de la administración Biden ayudaron a acelerar las tendencias globales de descarbonización en Estados Unidos y a relajar las restricciones nacionales, pero no han dado forma a un nuevo paradigma tecnológico ni han cambiado decisivamente el equilibrio de la economía política de Estados Unidos. La administración Harris le daría a este país la oportunidad de seguir insistiendo en ese argumento” (Adam Tooze, 1/08/2024, Los riesgos climáticos en las elecciones estadounidenses de 2024, Chartbook 303.

Entre las amenazas más inquietantes del, de suyo inquietante, triunfo electoral de Donald Trump en el próximo noviembre, el abandono de los compromisos para reducir las emisiones de CO2 aparece como una de las más cantadas. El apoyo de explotadores de energéticos fósiles a su candidatura, le conduciría a -posverdades mediante- abandonar el acuerdo de París y continuar, ya lo anunció, permitiendo el incremento de la producción de petróleo y gas, tal como ha acontecido durante su mandato, y el de Biden, de manera que los Estados Unidos han establecido récord mundial en ambas explotaciones.

En ninguno de los dos casos de victoria en las urnas, ese país se encamina a alcanzar el propósito de emisiones cero en 2050; según Tooze, el problema es que, con Trump en la presidencia, las estimaciones oficiales aproximan la

generación de 4 mil millones de toneladas adicionales en las emisiones estadounidenses para 2030, que arrojarían un costo global, como expresión de los daños climáticos producidos, por un valor de 900 mil millones de dólares (lo que equivale a las emisiones anuales combinadas de la UE y Japón, o al total anual combinado de los 140 países del mundo con menores emisiones); mientras Harris acercaría las cosas a la tendencia establecida por el IRA, el programa antiinflación de la ecobiden, hasta hoy en curso.

La apreciación más objetiva permite afirmar que Biden se movió en la dirección correcta, pero sin reducir la producción de petróleo y gas para modelar un mercado energético más verde; en realidad, ambos combustibles fósiles incrementaron su producción por encima de lo acontecido durante la primera administración de Trump.

El panorama parece claro: Si gana Trump se abrirán las puertas del infierno de la catástrofe ambiental, en un plazo muy corto. Valga la advertencia que, con el triunfo de Kamala Harris, difícilmente se abrirán las del cielo; seguiremos en el purgatorio. Ni modo.

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