“Cuando lo único que tienes es un martillo, todos los problemas parecen clavos” (Mark Twain).

Durante la semana pasada, en un brillante artículo, el pequeño gran economista Robert Reich parafraseó esta notable frase de Twain, diciendo: “Cuando lo único que tienes es un martillo, todos los problemas parecen tasas de interés”, en referencia a la errática gestión de la inflación practicada por la FED e imitada por los bancos centrales autónomos a escala global y concluyendo que los martillazos se los están llevando los sistemas económicos y el prestigio de los mismos banqueros.

Al escribir Las consecuencias económicas de Churchill, criticando el restablecimiento del patrón oro y la sobrevaluación artificial de la libra en 1925, Keynes adelantó el malestar que produciría la deflación salarial y los movimientos huelguísticos resultantes; conociendo la brillantez y agilidad mental del criticado, el economista se preguntó: ¿cómo pudo hacer algo tan tonto?

La anécdota viene a colación por la reconocida capacidad de algunos de los subgobernadores del Banco de México, y el empecinamiento de casi todos en aplicar una solución monetaria a una inflación que no lo es; ¿o no es la elevación de precios lo que se trata de remediar?

Hay un cierto consenso respecto a las consecuencias de una eventual reducción de las tasas de interés: la fuga de capitales golondrinos y, enseguida, la elevación significativa del tipo de cambio; el mandato (único) que se estableció para Banxico al independizarlo fue el combate a la inflación, mientras el Poder Ejecutivo se reservó la política (es un decir) del valor del peso frente a otras divisas; de otro lado, el capítulo 33 del T-MEC establece la prohibición de las devaluaciones competitivas y las reservas del banco central fortalecen a la estabilidad cambiaria. La equívoca identidad de las transferencias desde los Estados Unidos a México con remesas de los trabajadores idos, cuando cobijan un presumible y nada insignificante lavado de dinero, no impide que tales envíos se conviertan en garantes de la solidez de nuestra moneda, aunque el gobierno haría bien en dejar de contabilizar la parte de esas transferencias que son remesas como un éxito de su gestión. Con Federico List, hay que percibir a la emigración como una pérdida de capacidades productivas.

El trilema que se presenta para los subgobernadores y la gobernadora del Banco de México ocupa estos posibles escenarios: seguir premiando a los especuladores internacionales con la elevación de las tasas de interés; desengancharse de la FED sin grandes reducciones de las diferencias entre el precio del dinero de aquí y de allá, pero con una política monetaria propia, o casi, y cumplir con su mandato reduciendo las tasas de interés para no estorbar en la búsqueda de elasticidad de la oferta que es lo que requiere el combate a este tipo de inflación.

Durante la pandemia, importantes bancos centrales ignoraron la prohibición expresa de proporcionar liquidez a sus gobiernos, para colaborar en el financiamiento de la adquisición de vacunas; la emergencia sanitaria justificó ese relajamiento de las reglas hasta su violación. Acá, los funcionarios de Banxico se mandan solos, más allá de las atribuciones que la ley les otorga, con el poco edificante propósito de retener a los especuladores extranjeros y, así, evitar la supuesta devaluación que es una tarea que no les corresponde y con la que estorban los esfuerzos antiinflacionarios de otras dependencias. Bonita, e inútil, autonomía.

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