”… el giro epistémico de la esfera pública puede deformar el carácter distintivo e impreciso de la democracia, que es esencial para garantizar la libertad política. En sentido opuesto, el populismo representa una transformación política del foro de opinión que repudia la diarquía democrática, el populismo fomenta la polarización y la simplificación de los intereses sociales; la democracia plebiscitaria le brinda a la esfera pública una función predominantemente estética y, a pesar que no rechaza la diarquía democrática, reduce el rol del foro para incrementar la autoridad del líder” (Nadia Urbinati, 2023, Democracia desfigurada. La opinión, la verdad y el pueblo, Prometeo editorial, Buenos Aires: pp. 16-17).
La cantidad e importancia de los procesos electorales de este año y con la participación de alrededor de cuatro mil millones de electores convocados, llama poderosamente la atención de muy respetables analistas que, en el caso de los comicios en los Estados Unidos de América, pone al descubierto relevantes paradojas.
El jueves 30 de mayo, todos los medios de comunicación se ocuparon notablemente de la determinación del jurado neoyorkino que encontró culpable a Donald Trump de 34 cargos, todos de falsificaciones diversas alrededor de una aventura pasada con la actriz porno Stormy Daniels. Lo paradójico del asunto no es la muy probable difusión de las facultades sexuales, en rendimientos decrecientes, del expresidente juzgado; sino el
insospechado fortalecimiento de su candidatura presidencial, al presentarse como convicto victimado.
Para Robert Reich, Gary Gerstle y Adam Tooze -por lo pronto- la reacción del 55 % de encuestados que se declaran trumpistas obedece a una serie de circunstancias que van de la nostalgia de la etapa prepandemia, sobre la que se cree que las cosas iban bien, hasta la ignorancia -casi generalizada- de los éxitos alcanzados por la bidenconomía, en el propósito de establecer una economía política posneoliberal, con la recuperación de una sólida política industrial, verde por añadidura. La inflación y su pésimo remedio, política monetaria endurecida con altas tasas de interés, se suman al rechazo juvenil por la tibieza de la política hacia el genocidio en curso perpetrado por el gobierno de Israel más la imagen pública del actual presidente, vulnerable y débil, se ponen al servicio de su opositor.
Gerstle llega a establecer una similitud entre los años 1968 y 2024, por el desalojo policiaco de la misma universidad de Columbia, realizado en ambos años y que, en el primero de ellos, fue un dato importante para explicar la derrota electoral de los demócratas tras su convención trasladada a Chicago.
Para los Estados Unidos y para el mundo, el eventual retorno de Donald Trump al poder sí constituye una seria amenaza a la democracia, que afectará poderosamente a Ucrania, a China (aunque ahí se practica una política proteccionista y bipartidista) y, de nueva cuenta, a… México. La democracia en peligro no la veremos aquí el próximo 2 de junio; será más al norte, en noviembre y en serio.