La idea de los promotores de ese proyecto era que el TLCAN sería la punta de lanza del Estado de derecho, un régimen que hasta entonces no había existido en México, cuya viabilidad quedaría protegida por los términos mismos del Tratado, y que se iría consolidando y extendiendo, en la medida en que se fuera fusionando la economía mexicana con las de Estados Unidos y Canadá. La ínsula del Estado de derecho se iría extendiendo y llegaría un día a regir en todo el país” (Claudio Lomnitz, 2022, El tejido social rasgado, Alacena de bolsillo, Ediciones Era, México, p. 130).

El proyecto al que hace referencia Lomnitz, y que entusiasmó a innúmeros intelectuales (comenzando por Luis Rubio), era el contenido en una verdadera ola neoliberal que jubiló al viejo Estado priísta desde los tempranos años ochenta. Para izquierdas y derechas, no cabe duda que la más profunda y trascendente reforma estructural del salinato ha sido el diseño, aprobación y puesta en operación del instrumento de integración regional norteamericano.

Ese notable sitio, después de treinta años, lo sigue ocupando el Tratado, aunque su supuesta extensión a todo el país simplemente se ha ido colocando en el espacio de la imposibilidad: El mismo Lomnitz nos muestra la contradicción que enfrentó el nuevo Estado mexicano, necesitado de reformar desde el inframundo de las policías locales hasta la totalidad del aparato “responsable” de imponer la Ley y el orden, de un lado y, de otro, obligado a preservar los mecanismos de regulación montados en la ilegalidad, cuyo rostro más familiar es la extorsión.

El principio del fin de ese Estado de Derecho se produjo con el establecimiento del poco propicio ambiente de la “guerra contra las drogas”, infortunada ocurrencia del más infortunado licenciado Felipe Calderón, y leída como un elemento distractor de las movilizaciones iniciadas por su insumiso adversario, derrotado en 2006. Al respecto, Lomnitz considera que: “La llamada “Cuarta Transformación” fue en realidad la segunda transformación del Estado que nació con el neoliberalismo. La primera ocurrió con la “guerra contra las drogas”, y significó el abandono del proyecto expansivo del Estado de Derecho a cambio de la rutinización de un Estado de excepción; la segunda –la actual- ocurrió con la pérdida del control sobre el gobierno del sector alineado con el proyecto de la ínsula” (Ibid., p. 133).

Para ayudarnos a entender nuestra actual penuria, Lomnitz analiza el relevante cambio de lenguaje narrando cómo, durante las décadas 1980 y 1990, el término crisis –si bien carecía de eficacia explicativa- ofrecía cobijo a las angustias que democráticamente (o casi democráticamente) se repartían entre los mexicanos de los muy distintos estratos. En la actualidad, y como hija legítima de la pandemia, la palabra sustituto es contingencia, término que ofrece un mayor consuelo por cuanto sugiere brevedad, externalidad y, a fin de cuentas, acompaña el día a día de muy buena parte de las familias mexicanas.

La referencia que hace Lomnitz al maravilloso texto de Albert O. Hirschman, Salida, voz y lealtad, editado por el Fondo de Cultura Económica, en 1970, es enriquecido con el concepto de “hedging” o cobertura, diversidad de opciones para no colocar todos los esfuerzos, especialmente los de la voz y la lealtad hirschmanitas, en una sola opción.

El problema es que esa diversidad, para los más desamparados, tiende a la evaporación: la salida más aparentemente disponible, la migración a los Estados Unidos, se va cerrando con fuerza y se convertirá en utopía con el probable retorno del subnormal a la Casa Blanca; la voz pierde eficacia frente a las dos sorderas recientes, la de los acuerdos cupulares fallidos que, como su nombre lo indica, fueron esencialmente excluyentes y la actual, en la que el representante personal del pueblo solo se escucha a sí mismo. Por su parte, la lealtad se vuelve una práctica adelgazada de martirologio que se mantiene viva por la anemia de las otras tres.

Casi al final del indispensable texto, Lomnitz ofrece un tema que, ¡por el amor a algún Dios!, deberá aparecer en la conversación pública pre electoral: “El nuevo Estado mexicano, tanto en su fase capitaneada por los ideólogos de la ínsula como en su fase actual, capitaneada por un ideólogo de la lumpen-política, ha tratado de desarrollar una nueva ritualidad precisamente frente a los actos de violencia que ahora separan al Estado soberano de una sociedad que ya no sabe administrar”. Frente al anémico elenco político, el abstencionismo se va convirtiendo en una robusta tentación.

Ayuda de memoria a mi estimado Lorenzo Córdova Vianello: La celebrada frase de la Marcha-Concentración del pasado 18 de febrero: “Es una regla general de prudencia que una vez llegados a la cumbre de la grandeza, se arroje tras de sí la escala que nos ha servido para trepar, a fin de que otros queden privados de la posibilidad de alcanzarnos”, la escribió Federico List en 1841, y fue publicada un poco más de un siglo después, 1942, por el Fondo de Cultura Económica, Sistema Nacional de Economía Política, p. 336. Hay que citar a las fuentes. Saludos.

Federico Novelo U

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