“Tengo la firme creencia que un sistema económico interno saludable contribuirá a una recuperación económica mundial más que cualquier acuerdo internacional” (Franklin D. Roosevelt, 12 de junio de 1933, enviado a la Conferencia Económica Mundial, celebrada en Londres, explicando su inasistencia).

El día 23 de noviembre, el subgobernador del Banco de México Jonathan Heath, explicó (es un decir) las razones por las que la política monetaria de México debe seguir siendo una función de la que practica la FED estadounidense y enfatizó que creer que se puede enfrentar la inflación en el país sin esperar por la respuesta global, le parece ingenuo.

Hay, como pasa con las creencias teóricas del Doctor Heat, supuestos donde debiera haber explicaciones. El primero de ellos consiste en creer que la FED coordina una lucha global contra la inflación; supuesto audaz, si los hay, que ignora la tradición aislacionista que fundó George Washington; que, durante la Gran Depresión, confirmó el presidente Roosevelt y que, en la actualidad, practican, en modo de nacionalismo económico, el anterior y el actual gobierno de aquel país. China, que lleva rato disputando la hegemonía planetaria a los EUA, ha mantenido una baja tasa de interés, comprendiendo que el carácter de la inflación en curso es estructural.

El segundo supuesto, es que la FED está siendo eficaz en el combate a la inflación, cuando la política monetaria dura es la recomendación del mundo especulativo que comanda Wall Street –más precisamente Goldman Sachs-, donde se forman los funcionarios del Departamento del Tesoro y de la propia FED. Es una política que, además de construir el estancamiento, sirve a los intereses financierosos del llamado 1 % de la población, en contra de la producción y del trabajo. La eficacia consiste en hacer lo correcto.

El tercer supuesto, por el que le toca a Banxico proteger la estabilidad cambiaria, premiando a especuladores extranjeros por medio del diferencial en las tasas de interés de acá y de allá, corresponde a una apropiación de facultades que simplemente no aparecen en el mandato único con el que se le otorgó la autonomía. Esos capitales golondrinos no dejan de operar como una amenaza cambiaria que han convertido a la autoridad monetaria mexicana en un rehén más o menos voluntario.

A la hora de reconocer los méritos en el combate a la espiral inflacionaria en curso, serán los mecanismos favorecedores de la elasticidad de la oferta, y el control de precios clave, como los combustibles, los que claramente los merecerán. El escenario vuelve a ser ocupado por las posiciones monetarista y estructural; en último término, por el capital financiero enfrentado al productivo y al empleo adecuadamente remunerado.

La autonomía de nuestro banco central es una quimera. Deberá gestionarse de nuevo y en relación con el Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos, ¿quién es el ingenuo?

Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, México, fjnovelo@correo.xoc.uam.mx)

 

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