“El cambio tecnológico sacó a los humanos de los niveles de vida de la edad de piedra. En los escenarios más extremos, el cambio climático amenaza con devolvernos económicamente al lugar de dónde venimos” (William Nordhaus, <<Climate Change: The Ultimate Challenge for Economics>>, Fundación Nobel, 8/12/2018, citado en Nouriel Roubini, 2023, Megamenazas. Las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas, Deusto, Uruguay, página 288).

Empeñado en diferenciarse claramente de los mercantilistas, y teniendo una verdadera empatía hacia los fisiócratas, Adam Smith –al menos cronológicamente, el padre de la economía política clásica- optó por explicar el origen de la riqueza de las naciones, mediante la creación de valor que proviene del trabajo. Con independencia del hecho consistente en que David Ricardo avanzó mucho más en el tema y se concentró, no en la forma en la que se produce tal riqueza (excedente, en las notables aportaciones fisiocráticas), sino en la que se distribuye entre terratenientes, inversionistas y trabajadores, Smith hace significativas aportaciones al análisis de las expresiones de valor:

“Debemos advertir que la palabra VALOR tiene dos significados diferentes, pues a veces expresa la utilidad de un objeto en particular, y, otras, la capacidad de comprar otros bienes, capacidad que se deriva de la posesión del dinero. Al primero lo podemos llamar <<valor de uso>>, y al segundo, <<valor

de cambio>>. Las cosas que tienen un gran valor de uso tienen comúnmente escaso o ningún valor de cambio, y, por el contrario, las que tienen un gran valor de cambio no tienen, muchas veces, sino pequeño valor de uso, o ninguno. No hay nada más útil que el agua, pero con ella apenas se puede comprar cosa alguna sin recibir nada a cambio. Por el contrario, el diamante apenas tiene valor de uso, pero generalmente se puede adquirir, a cambio de él, una gran cantidad de otros bienes” (1958 [1776], La riqueza de las naciones, FCE, México, p. 30).

En la peregrina idea, relativa a la inminencia del calentamiento planetario cuando ya está aquí, se olvida –entre muchas otras cosas- que la aportación demográfica de China (alrededor de una quinta parte de la humanidad) combina poco y mal con su disponibilidad de agua dulce (7 % del volumen mundial), ensuciada en exceso, para ser bebida, por los efectos que han acompañado a la industrialización; sobre el asunto, habría que preguntarse si actual o tendencialmente el agua dulce carece de valor de cambio. En muy poco tiempo, los conflictos bélicos por venir se habrán de originar en la lucha por este recurso.

Los cientos de miles de toneladas de hielo derretido, en los polos, en Groenlandia y en Siberia, elevan las mareas y, eventualmente, provocarán (ya lo están haciendo) la intrusión marina a los niveles freáticos de las aguas del subsuelo, inutilizándolas para el consumo humano y animal y para el riego.

En lo relativo a las emisiones de CO2, además de los insuficientes (y, para acabarla de acabar, incumplidos) compromisos de los países ricos con los pobres (los que más sufren y sufrirán aún dicho calentamiento) y que impiden

la colaboración internacional indispensable frente al problema ambiental, hace acto de presencia una suerte de reclamo histórico, bajo la percepción del desarrollo como un derecho de todas las naciones; desde los no desarrollados y los llamados emergentes, se destaca el hecho consistente en que la polución acumulada la produjeron los países actualmente ricos y, desde ellos, se pretende negar la aportación contaminante de los que aspiran a serlo.

El problema está ubicado de dos términos, muy frecuentes en economía y recíprocamente excluyentes: el anglicismo stock y el flujo; mientras el primero ilustra la condición de cosas acumuladas, el segundo, está referido a cosas en circulación. El CO2 acumulado es como la memoria larga (en la pedagógica analogía de Nicholas Carr, una especie de alberca) y el CO2 actualmente emitido es como la memoria corta (un dedal en el que se lleva agua a la alberca, según la misma analogía, 2015, ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Superficiales, Taurus, México).

El CO2 de la alberca seguirá siendo el gran problema para la temperatura terrenal, aunque el del dedal se iguale a cero. Vaciar la alberca, además de un costo alucinante, llevará muchos años; y dejar de usar el dedal equivale a una emoción esotérica que, por arte de magia, suprimirá en un plazo muy corto el consumo de energías sucias, muy sucias.

En la contemplación de la tragedia, la migración desde islas y costas en vías de inmersión, no solo es humana sino también microbiana, con virus por conocer. El del calentamiento global es un tema, hay que reconocerlo, sobre el que se escribe y habla muchísimo más de lo que se hace; ¿aún hay tiempo?

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS