El país que somos hoy no se entendería sin las aportaciones trascendentales que dos Instituciones pilares de la vida nacional han hecho a lo largo de muchas décadas: la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Mexicano del Seguro Social. Enlazándolas se erige la Fundación UNAM, que con una actividad discreta pero continuada ha contribuido a la formación de recursos humanos de alto nivel y al desarrollo de la investigación científica en el país.
He tenido el inmenso privilegio y el alto honor de desempeñar mi vida académica y científica en estas dos Instituciones paradigmáticas y puedo dar testimonio del invaluable apoyo que la Fundación UNAM ha brindado a lo largo de los años.
He sido titular del Curso de Especialización de Genética Médica, de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina por más de 30 años y profesor en Pregrado, de la asignatura de Genética por más de cuatro décadas. En el Instituto Mexicano del Seguro Social, durante 30 años fui jefe de la Unidad de Investigación Médica en Genética Humana, Centro Médico Nacional Siglo XXI, donde se creó el primer Curso de Especialización en Genética Médica en Latinoamérica, y durante 10 años fungí como titular de la Coordinación Nacional de Investigación Científica, la cual desde hace años cuenta con una estructura descentralizada y desconcentrada que no tiene ninguna otra institución del sector salud en el país.
La productividad en la formación de recursos humanos de posgrado, en la generación de artículos científicos y en la aplicación exitosa de nuevos conocimientos originados en la investigación biomédica y clínica, en beneficio de la salud de los derechohabientes, lo que conocemos hoy como Medicina Traslacional, pero que ha sido una práctica cotidiana desde los inicios de la investigación en el IMSS, no se hubiera alcanzado sin esta estrecha y exitosa colaboración entre las dos Instituciones. Surge el cuestionamiento: en este prolongado itinerario, ¿cuál ha sido el papel desempeñado por la Fundación UNAM? La Fundación orienta sus esfuerzos a otorgar apoyos y recursos a los estudiantes que los necesitan para alcanzar sus logros académicos. Sé de muchos de ellos que no hubieran cumplido sus metas sin este oportuno e invaluable apoyo. Pero tengo, adicionalmente, la satisfacción de contar con un testimonio familiar cercano.
Mi hijo, Fabio, tuvo la fortuna de realizar sus estudios de licenciatura en las aulas de la Facultad de Medicina de la UNAM. Durante su carrera se incorporó a grupos de investigación en genética molecular del cáncer y en estas etapas tempranas de su formación como investigador fue becario de la Fundación UNAM. Algunos años después realizó la maestría y el doctorado en Ciencias Médicas, en la Universidad de Toronto, y actualmente desarrolla investigación en el Lunenfeld Tanenbaum Research Institute, afiliado a la misma Universidad.
Durante sus años escolares en la Facultad, Fabio conoció de manera directa lo valioso e insustituible que para varios de sus compañeros resultaron los apoyos brindados por la Fundación UNAM para el logro de sus metas académicas y profesionales.
No puedo dejar de referir el episodio que mejor ilustra la estrecha colaboración UNAM-IMSS. En las aciagas horas que enlutaron al país con un doloroso saldo de muerte y destrucción ocasionado por los sismos de 1985, que implicaron la demolición de la mayor parte del Centro Médico Nacional, la Universidad Nacional Autónoma de México abrió generosamente sus puertas para albergar en ella algunas de las Unidades de Investigación del IMSS.
La primera Unidad ubicada en la Ciudad Universitaria, al día siguiente de los sismos, fue la de Genética Humana, que yo dirigía, en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. El Laboratorio de Genética de este Instituto era dirigido por la Dra. Leonor Buentello Malo, mi esposa, egresada también de la Facultad de Medicina de la UNAM, e integrante de la primera generación que se trasladó de las aulas centenarias del Palacio de Medicina a la espléndida sede de Ciudad Universitaria. También laboraba en el Instituto el Dr. Salvador Armendares, quien había sido el fundador de nuestra Unidad de Investigación en el IMSS.
No olvidaré el inédito y amistoso gesto de solidaridad de Santiago Genovés, distinguido investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas. Cuando hacíamos el último traslado de reactivos y materiales en camiones proporcionados por la UNAM, Santiago me estaba esperando en la puerta del Instituto para entregarme las llaves de su propia oficina que él generosamente dispuso fuera la mía, porque había buscado, por las apremiantes circunstancias, ¡una oficina alterna en otro lugar!
Hoy, muchos años después, agradezco la oportunidad de reiterar a los amigos y colegas, al personal directivo y administrativo de la UNAM, y particularmente, a todo el personal del Instituto de Investigaciones Antropológicas, mi gratitud indeclinable por su generosa hospitalidad. Tiempo después se ubicaron otras Unidades de Investigación del IMSS en diferentes Institutos y Facultades de la UNAM. Entre ellas, la Unidad de Inmunología, de Roberto Kreschmer, y la de Patología, de Héctor Márquez Monter, en el Departamento de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina, dirigido por Ruy Pérez Tamayo.
La generosa hospitalidad que he referido desembocó en un antecedente inédito y ejemplar: la creación de las Unidades de Investigación UNAM-IMSS. La iniciativa no pudo ser más acertada y oportuna: se garantizaba la exitosa continuidad de la labor de investigación y se estrechaba la vinculación multi e inter-disciplinaria. Se pudo continuar, además, con la atención de los numerosos pacientes que se atendían en las Unidades del IMSS, como el Hospital Luis Castelazo Ayala. El nombre de este insigne maestro está inscrito en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina. La creación de estas Unidades de Investigación alcanzó con el tiempo un valor mucho más trascendente: se había contemplado que las Unidades de Investigación del IMSS permanecieran en la UNAM por un año o a lo sumo por dos, mientras avanzaba la reconstrucción del Centro Médico. Sin embargo, la ubicación en la UNAM se prolongó ¡por más de seis años!
Ahora que enfrentamos otro flagelo que también ocasiona un panorama de desolación y muerte, y cuyo control no puede lograrse sin los notables avances científicos en disciplinas tales como la genómica, la bioquímica y la nanotecnología, que han permitido conocer en un tiempo breve la estructura molecular del virus SARS-CoV-2, su capacidad de mutación y el desarrollo de vacunas efectivas contra este agente devastador, es impostergable fortalecer la investigación científica, estrechar los vínculos interinstitucionales, estimular los canales de comunicación interdisciplinarios, fomentar la innovación tecnológica e incrementar la formación de recursos humanos de alto nivel en ciencia y tecnología en el ámbito de la salud.
Para enfrentar con éxito la presente pandemia y las futuras catástrofes en salud pública que inevitablemente se presentarán, así como para alcanzar el objetivo de la independencia científica y tecnológica, es indispensable que, en el horizonte que se avizora, la UNAM y el IMSS sigan estrechando sus exitosas trayectorias y que la Fundación UNAM siga siendo su más eficiente catalizador.