Eran los años 70´s, Argentina vivía en un constante estado de inseguridad, miedo y angustia, ocasionado por la dictadura de aquellos años. En medio de aquel momento, Clotilde Acosta, llena de miedo, con lagrimas de impotencia en sus ojos y rabia contenida, preparó las maletas y a mitad de la noche, con su esposo y sus hijos, salió de su casa rumbo al aeropuerto para huir del país que la vio nacer, ¿Qué imperdonable crimen pudo realizar para ganarse el exilio? ¿Qué miedo la invadía para abandonar el hogar? ¿Qué riesgo representaba para su gobierno?
Días antes, como cuenta Nacha Guevara (nombre artístico de Clotilde), ella junto a otros tres locos, como llamaba a sus amigos, se presentaron en un festival de la canción y en medio de la amnesia obligatoria, donde incluso se había prohibido decir ciertas palabras, se subió a cantar una canción de Gian Franco Pagliaro con arreglos de Favero que a la letra decía: “por el pájaro enjaulado, por el pez en la pecera, por mi amigo que está preso porque ha dicho lo que piensa, por las flores arrancadas, por la hierva pisoteada, por los arboles podados, por los cuerpos torturados, yo te nombro libertad…”
La artista fue enviada al exilio bajo amenaza de muerte, nadie recuerda la canción que ganó aquel festival, pero la voz de Nacha Guevara trascendió el tiempo para convertirse en un himno de los desprotegidos, los sin voz, los abandonados que no le importan a los gobiernos ni de derecha ni de izquierda.
La cantante argentina, quien enfrentara quizá uno de los peores escenarios para ser un artista en América latina, en especial cuando había tanto por que cantar y tan poca tolerancia para los que cantaban, fue parte de uno de los grupos rebeldes que emplearon la música como un recurso para terminar con la represión porque en sus palabras, eso es lo que hace un artista, tomar el dolor, la frustración y la miseria para convertirlos en algo hermoso.
Ella, junto a otros grandes artistas se negó a aceptar la censura y buscó alternativas. Nacha desde el teatro hizo lo propio, con la creación de espectáculos como “Anastasia querida” que saldría en el 69 cuando las revoluciones juveniles poblaban el mundo, después de la primavera de Praga, el mayo francés y la matanza de Tlatelolco, usó este título que era un eufemismo para la censura que se sufría en esos tiempos.
“y si Anastasia implacable exige lo inevitable, con unción. Mis hermanos pediremos muy ufanos castración, porque al perder contrapeso veremos con embeleso que livianos estaremos y al cielo remontaremos de un tirón (Schóo/Favero)…”
Siempre cuidadosa de que sus letras dejaran un poco de reflexión de contrabando, la nacha, la de las mil y una nachas, no se acomplejaba nunca con ser identificada con una minoría o fuera considerada de los artistas prohibidos, incluso se enorgullece de las ocasiones que fue exiliada, que la amenazaron y que hasta bombas colocaron en los teatros donde se presentaba, una de ellas costó la vida de uno de sus colaboradores, porque ser parte de los patitos feos la hacia sentir dentro de un grupo “crecimos inventando historias al revés, rompiendo una muñeca para saber
que es, o robando monedas en mesas de café, fuimos patitos feos por casualidad, nacimos diferentes a todos los demás…”
Nacha Guevara, la mujer que le dio vida a Evita, canto poemas de Pablo Neruda, Mario Benedetti, que cantó canciones de protesta y mencionó las palabras que a otros les daba miedo mencionar, y cuando regresó de su exilio le dio la vuelta al país cantando “vuelvo, quiero creer que estoy volviendo con mi mejor y mi peor historia, conozco este camino de memoria pero igual me sorprendo…” siempre con un sentido del humor y un histrionismo propio que la lleva a construir con su voz monumentos a los rebeldes, a los que son realistas al pedir lo imposible.
Mira a su hijo y con lagrimas en los ojos le dice frente al escenario: “A ti nadie te contó como es salir de la casa a mitad de la noche corriendo a cualquier lado porque tus padres están amenazados, nadie te conto como era llegar a un país desconocido, nadie te conto lo duro que era cambiar de colegio dos veces al año… nadie te conto lo que sentías cuando a veces nos viste llorar por no tener trabajo…”
Sorprende la alegría de esta mujer al cantar y lo que proyecta después de todo lo que ha vivido, porque aun hay nacha para rato, porque es símbolo de rebeldía al emplear el arte para unificar un sentimiento, porque en tiempos donde la polarización de las opiniones y los extremismos políticos en que se es enemigo del “pueblo” solo por pensar diferente y hasta un chiste se hace TT por burlarse de las cosas que pasan en nuestro país, en estos tiempos donde creemos que rebeldía es agredir, rayar, o herir, hace falta buscar pretextos para estar unidos.
Clotilde Acosta, la mujer que le ha dado la vuelta al mundo con su voz representando a una generación que tuvo que pisar las cárceles y salir al exilio por ganar para nosotros el derecho de cantar, una mujer que entre mas la callaron más fuerte alzó la voz, que cuando le prohibieron usar ciertas palabras abrazó a sus hijos y cantó, para decirle al mundo entero que fuimos patitos feos y “cuando los patos más grandes nos quisieron pegar por ser distintos, por necesidad, nos hicimos cisnes, para poder volar”
La rebeldía es la acción de pensar y buscar soluciones cuando nos dicen que no hay solución, es alzar la voz cuando vale la pena romper el silencio, es darle sonido a los hombres y mujeres que viven en la censura, por esto, esta semana se escribe rebeldía, pero se pronuncia Nacha Guevara “por el beso clandestino, por el verso censurado, por el joven exiliado, por los nombres prohibidos, Yo te nombro, Libertad”.