A Carmen Valles, brillante profesionista, esposa ejemplar.
Muy lejos del alba y muy cerca del ocaso, he parafraseado las palabras con las que comienza un libro escrito por el Doctor García Ramírez que constituye su autobiografía redactada con la elegancia y claridad con la que siempre lo hacía.
Tengo el honor de decir que fui su amigo desde hace muchos años, o sexenios, pensando que él como yo, siempre estuvo pendiente y preocupado por la vida pública del país.
Lo conocí en la casa del presidente electo Luis Echeverría en San Jerónimo, cuando ahí estaba trabajando en distintos proyectos que se le encargaban y yo acompañé en algunas ocasiones a Cervantes del Río que también acudía a esa casa, nos saludábamos y brevemente platicábamos.
Al iniciarse ese gobierno fue nombrado Procurador de Justicia del Distrito y Territorios Federales, ese era el nombre de la ahora Fiscalía de la Ciudad de México. Fue el Procurador de la Ciudad más joven en la historia de esa Institución, tenía 32 años.
Me salto varios sexenios para llegar, 12 años después al de Miguel de la Madrid en donde fue Procurador General de la República, y de los muy pocos Procuradores que duraron todo el periodo para el que fueron nombrados. Cuando este sexenio terminaba, nuestro Partido, el PRI, convocó a seis funcionarios para que de ellos se escogiera a quien fuera el candidato presidencial.
Compareció a exponer sus ideas ante la dirigencia nacional del Partido. El sábado 3 de octubre de 1987, se anunció que al día siguiente, se conocería quien sería el candidato. Comenzó a circular el rumor que era García Ramírez. El domingo 4, ese rumor se había difundido profusamente. Llegamos a su casa varias personas, hasta algunos exsecretarios de Estado, además de que estaban muchos reporteros, y hasta un camión de Televisa para hacer una transmisión en vivo.
Expectantes, mirábamos la televisión en la que hablaba Jorge de la Vega Domínguez, entonces Presidente Nacional del Partido, concluyó su discurso, mencionando que quien sería el candidato presidencial, era Carlos Salinas de Gortari.
Los periodistas fueron los primeros en salir apresurados a la casa de Carlos Salinas quien, por cierto, había sido mi compañero en la Preparatoria.
Y todos los amigos que habíamos estado en su casa, comenzamos a salir. Tiempo después, cuando era el Oficial Mayor del Tribunal Superior Agrario, y el doctor García Ramírez el presidente, comíamos juntos con frecuencia. En una de esas comidas, en el restorán Bellinghausen, me platicó que ese domingo, él sabía que no era el candidato, por la simple razón de que el día anterior había estado con el Presidente, y no le había dicho nada.
Le dije que por qué no había bajado a hablar con los periodistas como el candidato, y se había trasladado a las oficinas del PRI, en donde ya estaba incluso una enorme manta que colgaba de un edificio expresando el apoyo a su candidatura. Me respondió: “por lealtad, licenciado”, el Presidente no me lo había dicho.
Su integridad y rectitud son ejemplares. Su sabiduría jurídica expresada en su amplísima producción literaria son constancia evidente de ese talento. Hace pocos días recibió un premio internacional de la Universidad de Roma por su promoción y defensa de los Derechos Humanos.
México ha perdido a un gran ciudadano y universitario que merecidamente es Profesor Emérito de la UNAM. En lo personal a un entrañable y queridísimo amigo.