No, no es un error mecanográfico, son correctas esas palabras que están escritas en francés, y que así deliberadamente las redacté, evocando uno de los renglones de la Marsellesa, el himno nacional de Francia.

Lo hice de esa manera, porque el próximo domingo 13, vamos a salir a marchar en la calle, estoy seguro, miles de mexicanos, a los que nuestro Presidente, que también tiene el honor de ser mexicano, nos ha cubierto de calificativos que reflejan su antipatía en nuestra contra.

Lo resalto, con preocupación y cierta tristeza, aunque ya deberíamos estar acostumbrados a que, en sus conferencias matutinas, lejos de hablar como un Jefe de Estado, lo hace con un lenguaje adecuado para un mitin callejero en contra de sus oponentes.

El sentimiento de tristeza o nostalgia llega cuando vemos que quien ganó las elecciones presidenciales en el 2018, muy lejos, muy distante de ser un político que convocara a la unidad del pueblo, se dedica a enfrentarnos y sembrar odio, discordia y resentimientos; nostalgia, porque nos obliga a añorar a otros mandatarios, que nunca, a pesar de ser como el los calificaría neoliberales, fifies (no fifis), conservadores y todo lo que les atribuye a los que no son como él, jamás tuvieron ese comportamiento, consultemos las intervenciones de López Mateos o de López Portillo, ambos López, y si bien es posible hemos de encontrarles defectos, jamás podríamos hablar que pretendieron sembrar luchas fratricidas entre nosotros, en cambio, nuestro actual López, todos los días parece que recita con vehemencia: “mexicanos al grito de guerra” y la guerra, en contra de otros mexicanos.

Pero me estaba refiriendo al himno nacional de Francia, no a la hermosa creación de Francisco González Bocanegra.

Efectivamente el domingo se llenarán las calles, según López Obrador, de hipócritas, farsantes que estaremos manifestando con nuestra presencia el repudio a la tiranía, y que también lo dice La Marsellesa.

La inaudita pretensión de materializar la reforma electoral promovida por el Ejecutivo, es un atentado en contra de la democracia. Inaudita, ya que es difícil de entender que en estos tiempos, después de resultados electorales transparentes e inobjetables manejados por el INE, ahora se pretenda su desaparición.

Esta reforma, como está planteada, nos hace recordar a otro Presidente apellidado López, Antonio López de Santana.

La enjundia, el vigor con la que se está defendiendo desde Palacio Nacional, esa transformación al Instituto Nacional Electoral, nos hace pensar que quien encabeza la llamada 4 T, está preocupado e inseguro de los resultados electorales para los próximos años, con las dos gobernaturas por elegirse, como en el 2024.

Las mayorías populares ya no tienen a estas alturas del presente sexenio, la identificación que pudieron haber tenido en las pasadas elecciones presidenciales. Ese pueblo bueno, es a la vez crítico e inteligente, y está consciente que han sido muchas las equivocaciones y muy pocos los actos de gobierno que realmente les han servido.

Por eso, seremos muchos los que marcharemos el domingo, con la convicción de que estamos ciertos que es la democracia, la que permitió que llegara López Obrador fuera Presidente, el medio idóneo para gobernarnos.

Esa democracia alcanzada, se la debemos al pasado “neoliberal de hipócritas” a los que el gobierno ahora insulta. Por eso, a pesar de todas las diatribas, gritaremos fuerte: “al INE no se le toca”. Es garante de nuestra vida institucional respeto a la voluntad popular. Allá nos veremos.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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