En los últimos días, se ha manejado el concepto de traición a la Patria de manera muy frecuente por el sentido del voto de legisladores en contra de una iniciativa presidencial.

Esas referencias y comentarios que se han repetido de manera insistente por el mismo Titular del Poder Ejecutivo Federal y por dirigentes políticos, me ha invitado a escribir estas líneas en torno a la traición.

Dante Alighieri en su famosa obra La Divina Comedia, ubica a los traidores en el último círculo del infierno ya que considera a la traición como el peor pecado de todos.

El florentino, en la obra mencionada, escribe, que en la puerta del infierno se lee: “Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate / Quien entre aquí, abandone toda esperanza". La razón por la tan dura sentencia, es porque considera, que a diferencia de otros crímenes, la traición implica la gravedad de que para traicionar primero hay que ganarse la confianza y el afecto de la víctima.

En la historia de la humanidad se registran traiciones famosas. Una de las primeras consignadas es la de Judas, quien entregó a Jesús por 30 monedas de plata.

Jorge Luis Borges, hace una interesante reflexión, y de esa manera afirma que si Jesús debería morir para expiar los pecados de los hombres, quien lo condujo a la muerte no fue un traidor sino su mejor discípulo.

Y ahora que Dante nos ha llevado a la península itálica, hablando de traiciones recuerdo a Tarpeya, la joven romana de origen etrusco que les abrió las puertas a los sabinos para que entraran a rescatar a sus mujeres, por el ofrecimiento de que recibiría de los soldados todo lo que llevaban en su brazo izquierdo.

Ella pensó con avaricia que serían sus brazaletes de oro, no como fue, los escudos con los que la aplastaron contra las puertas de Roma por su comportamiento traidor en contra de los romanos.

Desde entonces, a esa roca ubicada en Roma, y que todavía existe, se le llamó Tarpeya, desde donde eran arrojados los condenados a muerte por traicionar a Roma.

La historia registra a distintas personas sacrificadas por traición a Roma, en donde su nacionalismo y amor a su Patria era sobresaliente y podemos decir fue una de las causas de la grandeza de ese Imperio; es de resaltarse que nunca un senador romano fue arrojado desde esa roca, por haber votado en un sentido contrario al pensamiento del Emperador.

Una traición trascendente en la historia de nuestro gran país, es la que sufrió Vicente Guerrero, cuando fue el marino Picaluga lo apresó en su barco Colombo, a cambio de 50 mil pesos en oro que le entregó el general José Antonio Facio. Por esa traición, fue condenado a muerte en su país el marino italiano, y en México se acuñó en aquella época la expresión de “picalugada” como sinónimo de traición.

A los dos años de haber sido ejecutado Guerrero, el 14 de febrero de 1831, los diputados locales oaxaqueños encabezados por Benito Juárez, propusieron que, en su honor, la población de Cuilapam, donde fue ejecutado, se llamara Guerrerotitlán.

Estos muy breves comentarios sobre la traición me llevan a concluir que de ninguna manera me atrevería a considerar como traidores a la Patria a quienes emitieron su voto en un sentido contrario al deseado por el partido político en el poder.

Enfrentar y crear divisiones entre los mexicanos a nada conduce, parafraseando una expresión de Montesquieu, afirmo que una casa dividida contra sí, no tiene otro destino más que caer.

Confiemos en el patriotismo de López Obrador, para abandonar su postura de dividir y confrontar a los mexicanos.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM