Nuestro gran país está viviendo momentos en los que nos preocupa la forma de gobernar de López Obrador, y más el tiempo que estará todavía viviendo en Palacio Nacional.
Hoy no escribiré sobre ese tema difícil para estos tiempos, y que registrará la historia nacional como uno de los períodos más obscuros de nuestra vida institucional; prefiero referirme en este espacio semanal a algunas de las esposas de nuestros presidentes.
Con el nombre de “primeras damas”, se ha identificado a las esposas de los presidentes de la República. De esa manera la primera mujer que puede considerarse con ese nombre fue la esposa de Guadalupe Victoria, la señora María Antonieta Bretón, y la segunda, la esposa de Vicente Guerrero, María Guadalupe Hernández.
Damos un salto de varias décadas y llegamos con don Valentín Gómez Farias, cuya esposa, Isabel López, cuando él falleció en el Barrio de San Juan, dentro de lo que es hoy Mixcoac, prefirió disponer que el cuerpo de su esposo fuera sepultado en el jardín de su casa, temiendo que pudiera ser profanada su tumba por las ideas liberales que le habían distinguido.
Antonio López de Santa Anna y su esposa Dolores Tosta, regresaron a México después de la muerte de Benito Juárez; tenían su domicilio en la calle de Donceles, casi esquina con Cinco de Mayo, en donde por muchos años se encontró una galería de antigüedades.
López de Santa Anna, en sus últimos años, creyó que era Presidente de México, y su esposa entonces, salía a la calle y les pedía a las personas de pocos recursos, que a cambio de unas monedas entraran a su casa a tratarle algún asunto, en el que requerían de su ayuda. llamándole “señor Presidente”. Santa Anna los escuchaba y les pedía que regresaran después para conocer la solución.
Una esposa ilustre es doña Margarita Maza, la esposa de Benito Juárez, a quien le tocó vivir tempos muy difíciles. Una época estuvo radicando en Nueva York, en donde el gobierno americano la trató con las deferencias que se merecía como esposa del presidente de México.
Porfirio Díaz tuvo dos esposas, la primera Delfina Ortega y la segunda Carmen Romero Rubio, quien lo acompañó a París y regresó hasta que ya había fallecido el general.
Se cuenta que cuando regresó a México, llegó por ferrocarril a la estación Colonia. Entre su equipaje, traía una maleta de madera, que no quiso que nadie la llevara, y cuando algún sobrino insistió en ayudarla, le dijo que era “su tesoro” y solo ella lo podía llevar. Hay quienes dicen que ahí venían los restos de Díaz.
La esposa de Madero, Sara Pérez de Madero, acompañada de la esposa de Pino Suárez, fue a visitar a Wilson, el embajador de Estados Unidos en México, cuando ya había sido hecho preso por Huerta, para pedirle que intercediera por él.
Wilson que las recibió con una copa en la mano, en su casa que estaba en lo que es ahora la calle de Londres, le dijo que su esposo era muy tonto, pero que vería qué podía hacer para salvarlo.
María Enriqueta Flores Manzanera fue primera dama por cuarenta y cinco minutos, tiempo que su esposo, Pedro Lascuráin fue Presidente después del golpe de Estado de Victoriano Huerta.
La esposa de Venustiano Carranza fue Virginia Salinas, y dejamos hasta aquí este recorrido para continuarlo la próxima semana, con las cónyuges de los presidentes más recientes.