Con motivo de estos días festivos, como son el 1 y el 2 de noviembre en los que se suspenden las actividades laborares por una hermosa, mística y hasta romántica razón de evocar a nuestros antepasados, tuve oportunidad de salir a caminar por las calles del centro de nuestra hermosa ciudad.

Me enteré que esta capital, en su sensacional Centro Histórico, alberga 67 monumentos religiosos; 129 monumentos civiles; 111 edificios con valor ambiental, que deben ser protegidos; 6 templos modernos; 17 edificios ligados a hechos o personajes históricos; 78 plazas y jardines; 19 claustros; 26 fuentes o monumentos conmemorativos; 13 museos o galerías; 12 sitios o edificios con pintura mural, todos construidos entre los siglos XVI y XIX.

Con ese conocimiento entendí cómo es que la UNESCO consideró desde 2007, que el Centro Histórico fuera declarado patrimonio histórico de la humanidad.

Recordemos con sincero reconocimiento la decisión de Carlos Slim y Jacobo Zabludovsky de constituir en 1990, un fideicomiso con la idea de preservar y desarrollar ese espacio relevante para México y el mundo. Mi mensaje de sincera admiración para ellos.

Ese fideicomiso, motivó que en el año 2000, se transformara y se creara uno público del Centro Histórico de la Ciudad de México que, junto con la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, realizó un diagnóstico para armar una estrategia con el propósito de rescatar esa zona del abandono.

De esa manera, en agosto de 2001, en Palacio Nacional, se firmó un acuerdo para el rescate del Centro Histórico entre el Presidente de la República, Vicente Fox, y el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, y un consejo de ciudadanos entre quienes destacaban, el cronista de la ciudad Guillermo Tovar de Teresa, el destacado periodista Jacobo Zabludovsky, y el brillante y de quien hemos de enorgullecernos por su talento y sentido humanista, Carlos Slim.

Con estos antecedentes, se inició la tarea por rehabilitar esa zona de la ciudad. Rescatar viviendas en el abandono; aumentar la seguridad y el mejoramiento urbano de la zona, entre otras tareas emprendidas para lograr hacer de ese sitio un lugar de convivencia pública y de atracción del turismo nacional e internacional.

Por la determinación de la UNESCO, se creó la llamada Autoridad del Centro Histórico de la Ciudad, que le fue encargada, hasta antes de esta administración, a un destacado y brillante abogado en quien encontramos a lo largo de su vida, una trayectoria emocionada de servir a México, Jesús González Schmal.

El surgimiento de esta autoridad vendría a sustituir al Fideicomiso constituido para atender las necesidades del Centro Histórico, y el cual debió desaparecer desde entonces.

No fue así. El Fideicomiso se mantiene, nos sigue costando su mantenimiento a quienes tenemos el honor de ser mexicanos. El gasto se duplica. Le pagamos al responsable de la Autoridad del Centro Histórico, Manuel Oropeza Morales, y a la directora general del Fideicomiso, la maestra universitaria Loredana Montes López.

Destacada investigadora, quien, a sus méritos académicos, ha de agregarse ser la madrastra de la esposa del Presidente de México y que, según dice internet, percibe un salario de poco más de 95 mil pesos mensuales. El talento hace desaparecer el parentesco por afinidad y así el nepotismo.

Enhorabuena reconocer los méritos. Agradezcamos a la 4T, convencidos, este tierno proceder. Duplicar gastos es irrelevantes. La suegra es primero.

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Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

 

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