Me estoy refiriendo al órgano máximo de la Universidad Nacional Autónoma de México, a quien le corresponde, entre otras tareas, el nombramiento de su rector. Siempre han sido sabias sus decisiones, han garantizado la paz y el desenvolvimiento adecuado de las actividades que son inherentes a nuestra máxima casa de estudios.
En esta ocasión, el nombramiento del próximo rector está muy próximo, me atrevo a asegurar que la próxima semana, cuando se presente la ocasión de escribir en este gran periódico, ya tendremos nuevo rector. Están por concluirse los ocho años del doctor Enrique Graue Wiechers, cuya gestión fue positiva y digna de reconocimiento.
Ahora, la Junta de Gobierno tiene una decisión trascendente para la Universidad y para México. No pueden desconocerse ni los ataques que desde afuera ha recibido, y no de columnistas, académicos o líderes de opinión, sino desde Palacio Nacional.
A pesar de que es universitario el autor de esos embates, en su afán de destruir, lo que él llama transformar, también ha puesto su mirada en nuestra Universidad, y su deseo de modificar la ley que desde 1945 viene normando la vida interna de la Universidad, con resultados loables. Ha llegado a manifestar la aberrante idea de que el rector fuera designado por votación popular.
Siempre la designación del rector ha sido importante para México. Hoy lo es más. Su decisión, como en ningún otro tiempo, marcará la afirmación de nuestra autonomía, que hace 55 años, en 1968, fue definida con certeza y claridad por el rector de entonces Javier Barros Sierra y el Consejo Universitario: “La autonomía universitaria es parte del orden jurídico de la nación. Sin ella, la Universidad no puede cumplir sus funciones y se vulnera gravemente la democracia nacional”.
Es así como la Junta de Gobierno tiene en la designación del próximo rector el gran reto de que con su decisión, se garantice la autonomía tanto frente a los ataques del exterior, como a las condiciones que en el interior pretenden socavarla.
En el interior, tenemos actualmente ocho facultades que han sido tomadas por supuestos estudiantes, argumentando razones sin razón, en donde la única razón y consecuencia lamentable es que se encuentran sin clases más de 40 mil alumnos universitarios.
De los diez aspirantes que finalmente fueron considerados por la propia Junta, como aquellos de entre los que habrán de nombrar como rector, seis son colaboradores directos del doctor Graue; comentemos también que de los 15 integrantes de la Junta, 14 fueron propuestos por el actual rector y designados por el Consejo Universitario y hablando de números, 8 son mujeres y 7 hombres.
Los integrantes y las integrantes (empleado ese modo inclusivo impuesto) tienen frente a sí una muy importante tarea que les hará tomar una decisión para México que ahora vive no solo los embates brutales de la fuerza de la naturaleza, sino que también padece la amenaza oficial que pretende atentar contra su Universidad.
A la Junta de Gobierno, confiemos, la invadirá el talento, patriotismo, y amor a la institución a la que sirven, para hacer la mejor elección. Que por nuestra raza, siga hablando el espíritu libre, crítico, autónomo y comprometido con el progreso del futuro del país, sin dar cabida a las fuerzas que de adentro atentan contra ella, ni a las que llegan desde el centro de la capital de nuestro país.