Nadie puede atreverse a dudar de la grandeza milenaria y actual de México; tampoco de los desaciertos de algunos personajes que son hacedores de los tiempos que vivimos.
De la grandeza nacional, tenemos constancia indudable. Forjada desde antes de la llegada de los españoles con las culturas que poblaban su territorio; su independencia después de tres siglos de dominación; la transformación y afianzamiento como nación con la reforma, y después su evolución con la revolución de 1910, y ahí me quedo, porque quienes hablan de una transformación, ni entienden ni saben en qué consiste, como lo dijo el mismo Cuauhtémoc Cárdenas.
Entre esos personajes, que más se orientan por caprichos o una servil sumisión, tenemos a quienes apoyan una reforma judicial que pretende vulnerar la independencia de un poder y herir mortalmente la división de poderes.
En defensa de esos superiores valores se ha iniciado un excepcional y único paro de actividades de servidores públicos del Poder Judicial de la Federación. No son paleros como groseramente les ha llamado López Obrador, son defensores de instituciones creadas con el esfuerzo y sacrificio de muchos mexicanos a lo largo de la historia.
Además de esa absurda reforma, estamos en presencia de que indebidamente se podrán hacer las reformas constitucionales que por capricho se le ocurran al actual Ejecutivo, manifiesto actual porque confío que la Presidente Electa gobernará con talento.
En los Consejeros del INE, y en los integrantes del Tribunal Electoral Federal, se encuentra el futuro inmediato del país. Serán ellos quienes con una interpretación adecuada de la Constitución no le concedan una indebida sobrerrepresentación al Partido Morena y a sus aliados.
Desde aquí, como mexicano, exhorto y llamo a su patriotismo. Háganlo señores Consejeros y Magistrados, no solo por su prestigio personal, sino por sus hijos y por el futuro de México al que hemos de amar y servir. Su decisión será histórica y trascendente.
Ojalá, por nuestra Patria, la Presidenta Electa les invitara a que no le den la indebida sobrerrepresentación que pretende el gobierno. Que actúen en conciencia, por encima de los ofrecimientos oficiales que les hayan hecho.
Todas las instituciones son perfectibles, pero de manera alguna hemos de pensar que tenemos que destruirlas. La votación mayoritaria que obtuvo la doctora Sheinbaum no fue para que nuestra ley fundamental fuera cambiada. Afirmarlo, es un sofisma. La ciudadanía votó para que fuera Presidenta, no para transformar caprichosamente nuestra vida institucional.
El mismo Presidente, a pesar de que ha venido afirmando que es el “pueblo bueno” el que quiere esos cambios constitucionales, también consultó a las personas que exhibió como los mexicanos más ricos. De verdad no lo entiendo, yo creo que él mismo tampoco se entiende plenamente.
Me pregunto con genuina preocupación qué otras ideas habrá de tener en el más de un mes que le queda todavía en Palacio Nacional.
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM