No se piense que será el título de una próxima película filmada como actores protagónicos por los recién desaparecidos Chabelo, López Tarso o Andrés García. Ojalá fuera eso. Es la expresión temeraria y preocupante con la que el Doctor Marx Arriaga Navarro, define el modelo que imagina, sueña, piensa será formado por la educación impartida por el Estado. Lo que puede ser un sueño para él, se convertiría en una pesadilla nacional.

Encargado formalmente de la Dirección General de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, tiene la tarea, según lo ha declarado de reorientar la educación pública.

Sus concepciones las juzgo equivocadas, carentes de objetividad, y solo motivadas por ese empeño oficial de hacer sentir que todo lo anterior está mal y es contrario al pueblo.

Critica la participación de la iniciativa privada en tareas educativas, sin darse cuenta de que, para bien del progreso cultural del país, muchas de las instituciones privadas tienen niveles de excelencia en la educación que imparten, y muy lamentablemente, en instituciones públicas, como las mencionadas “universidades públicas” creadas en esta administración, tienen resultados académicos deplorables.

Con la mayor facilidad, y sin dar más sustento a su afirmación, declara que la educación que se ha venido impartiendo antes de este gobierno, era solo con propósitos neoliberales y de explotación, y descuidando la instrucción para el pueblo. Ese repetido “neoliberalismo” se aplica lo mismo para un aeropuerto, que para una clase de primaria. Cuánta falta de imaginación y de razón.

Parece una broma macabra, pero no lo es, para este doctor en filosofía, son palabras neoliberales, que deben eliminarse de los programas de estudio: calidad educativa, competencia, eficiencia, productividad.

De verdad, qué aberrantes conceptos de este destacado académico, si se asoma a la Universidad de la Nación, la Nacional Autónoma de México, o la Metropolitana, o a muchas otras de provincia, mirará que su ignorancia sobre la educación es muy grande.

Hemos de entenderlo, ha tenido como jefas inmediatas a dos respetables señoras, que sentadas en la silla que alguna vez ocuparon Vasconcelos o Torres Bodet, como él mismo los ha citado, poco pueden orientar o encaminar sus esfuerzos para darle nuevos cauces a la educación.

Su paisana texcocana, salvo sus conocimientos de porcentajes, que bien supo aplicar en los sueldos de sus colaboradores en la Presidencia Municipal, poco puede aportar en ese ambicioso y destructor proyecto, y respecto de la actual titular, salvo reconocerle su franqueza manifestada cuando le preguntaron sobre estos temas, dijo que no tenía la respuesta, no tiene la capacidad para iluminar el camino que debe de tener la educación.

Hablar de un nuevo mexicano es grave y preocupante. Empezará a instrumentarse, para el próximo ciclo escolar, que comienza dentro de unos meses.

Lo hemos visto, se pretende acabar por acabar, con todo lo construido. Ahí tenemos, dentro del mismo tema educativo, el deseo de modificar la elección del Rector de nuestra Universidad; los ataques sistemáticos a la primera institución de cultura nacional, sin otro objeto que hacer sentir que también en la difusión de la cultura y de la ciencia debe haber modificaciones substanciales, aun cuando estas no sean resultado de estudios serios y fundadas razones.

Confiemos en el patriotismo del Presidente, que no dudo, para que ponga un alto a estas ideas y gastos inútiles del presupuesto federal, cuando hay otras necesidades de urgente atención, y cuyo descuido oficial es manifiesto.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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