Esa frase lapidaria, dramática y hasta inhumana, escrita por Dante a la entrada del Infierno en su Divina Comedia, espero con vehemencia que nunca invada el ánimo de los mexicanos por aciagos que sean los días que vivimos como son los que ahora padecemos en las postrimerías de este sexenio.

Por el contrario, que podamos mantener siempre la esperanza, como ese sentimiento que con optimismo invade el intelecto cuando suponemos como alcanzable lo que deseamos.

Es así doctora Claudia Sheinbaum, que tenemos en usted depositadas muchas esperanzas que mencionaré en estos días previos a su llegada al poder.

Entre esas esperanzas que nos invaden, están muchas que son contrarias a lo que su antecesor de manera reiterada y repetida ha venido haciendo y diciendo.

Entre muchas otras, menciono que esperamos abandone la insana práctica ególatra de estar apareciendo todas las mañanas por televisión en kilométricas y aburridas intervenciones; y lo que es todavía más grave, en repetidas, casi diarias haya expresiones en contra de los medios de comunicación que no compartan ni aplaudan sus ideas.

Que tampoco continúe culpando a los políticos del pasado de nuestros males y problemas, y asuma, con la seriedad que ha de caracterizarle como científica que es suya, la responsabilidad que le fue depositada el pasado 2 de junio.

Asimismo, que abandone por completo el empeño de enfrentar a los mexicanos ente buenos y malos, haciendo aparecer que solo son merecedores de alabanzas los que estén con usted.

Que tome plena conciencia que tendrá el honor de ser Presidenta, que espero honre, y se haga merecedora de él, de todos los mexicanos no solo de los militantes de su partido.

Que instrumente una política seria en contra de la delincuencia. Que entierre, en esa fosa en la que están miles de víctimas de esta administración fracasada en el combate a la delincuencia, la aberrante frase de “abrazos y no balazos”

Por supuesto que respete los derechos humanos de todos, pero que no ande de saludadora de parientes a los que hasta de gestora ha querido ser, para que se le dé una visa y pueda saludar a su hijo interno en un penal de los Estados Unidos.

Que predique con el ejemplo, de que la democracia se respeta como forma de gobierno, y exprese su preocupación abierta por los hechos venezolanos, pero más todavía por lograr que lo alcanzado con la participación de las minorías, no sea destruido por la sonorense (Guadalupe Taddei) primero, y después por el Tribunal Electoral.

Que tenga plena conciencia de las participaciones que hubo en los foros convocados para conocer opiniones sobre la sin sentido reforma judicial y esas ideas se escuchen y sean consideradas, y no constituyan una burla grotesca de costosa participación económica.

Antes de continuar con otras esperanzas que anhelo su presencia en Palacio Nacional materialice en el espíritu nacional, me refiero a otra no menos importante, la que se refiere al deporte, ahora que contemplamos, qué palabra tan triste voy a escribir, el “mediocre” papel en París en los Juegos Olímpicos. Al día de ayer, llevábamos apenas cuatro medallas. Dos de plata y dos de bronce. Que al final de su gobierno le impongamos muchas medallas de oro. Será para bien del pueblo al que dice usted amar.


Profesor. Facultad de Derecho. UNAM