Desde la visita de Biden a México en enero de 2023 y en el marco del Entendimiento Bicentenario para la colaboración en materia de seguridad, se han dado una serie de reuniones entre funcionarios de alto nivel de ambos países, con el propósito de trabjar de manera conjunta temas relacionados con el narcotráfico, la migración y el tráfico de armas.
La agenda bilateral, sin embargo, ha distado de ser un encuentro de posturas, favoreciendo desde el inicio los intereses de nuestros vecinos. La preocupación de México por el tráfico de armas estadounidenses a nuestro territorio se vio opacada por el tema del fentanilo y la migración irregular a Estados Unidos. Además, acuerdos como la ampliación de las vías legales de la migración o el apoyo para atender sus causas, han quedado rezagados.
Ante un uso político de los migrantes por parte de los republicanos, el gobierno de Biden ha ido modificando su postura. Como última maniobra para doblegarlo, condicionaron la aprobación del presupuesto que solicitó para apoyar a Ucrania e Israel, al endurecimiento de la política migratoria. Tras 3 meses de negociaciones, se presentó una ley bipartidista que incluye más de 20 mil mddpara temas relacionados al fenómeno migratorio y la seguridad fronteriza. Contempla, entre otras medidas, restricciones al reconocimiento de la figura humanitaria del refugio, mayor vigilancia y el cierre de la frontera en caso de que el promedio de cruce supere los 5 mil intentos diarios durante 7 días. Esto, a cambio de 60 mil mdd para ayuda a Ucrania y 14 mil mdd a Israel. Sin embargo, los senadores republicanos, instados por Trump, bloquearon este nuevo paquete que no solo cumplía con sus demandas, sino que excluía las propuestas iniciales de Biden, como el apoyo a los dreamers. A pesar de tratarse de una oportunidad única para implementar una serie de medidas conservadoras en el plano migratorio, los republicanos optaron por no llegar a un acuerdo para que Trump pueda seguir capitalizando el discurso antiinmigrante de cara a las elecciones.
Este impasse entre republicanos y demócratas deja ver que para ambos la migración es una moneda de cambio que están dispuestos a negociar hasta las últimas consecuencias con tal de conseguir más votos. Por un lado, el viraje en la postura de Biden dejó ver la debilidad de su posición frente al fenómeno migratorio. Por el otro, los republicanos evidenciaron estar más interesados en el sentimiento antiinmigrante como arma electoral que en su supuesto interés de proteger la frontera.
La política exterior de Estados Unidos descansa en consideraciones internas y externas. Los conflictos armados que involucran a Ucrania e Israel representan un interés geopolítico, para fortalecer su posición en el plano global. En el caso de la migración, están en juego cuestiones mucho más tangibles que impactan directamente a los ciudadanos. Según una encuesta publicada por Reuters (Ipsos) esta semana, la migración es la segunda preocupación de los estadounidenses.
Aunque el actual desbordamiento en la frontera con Estados Unidos responde a un contexto ajeno a la gestión de Biden, se ha vuelto uno de sus mayores problemas. Encuestas sugieren que más de dos tercios de los estadounidenses desaprueban la gestión migratoria del gobierno demócrata. Este nuevo revés republicano entorpece cualquier posibilidad de consenso, generando ingobernabilidad y privilegiando la división. El panorama no es fácil para el próximo presidente, que tendrá el reto de gobernar un país con importantes problemas a nivel interno, pero que al mismo tiempo lucha por no perder su hegemonía en el plano internacional.
En el caso de México, el próximo gobierno tendrá que ser muy hábil para no acabar legitimando la imposición mediante un falso bilateralismo.