El día de hoy se conmemora el día internacional de las y los migrantes. Recordemos que la migración es una realidad mundial, más de 300 millones de personas radican en un lugar distinto al que nacieron. Vale la pena resaltar, además, los aportes tan importantes de las comunidades migrantes tanto para sus países de origen como para los de recepción, a nivel económico, social y cultural. Tan solo nuestros paisanos en Estados Unidos enviaron más de 50 millones de dólares en remesas durante 2023 a México, cifra que ha ido en franco aumento en los últimos años.
Hace unos días, en el foro global del refugio en Ginebra, Suiza, se abordaron las políticas, acciones y modelos de atención para la integración migrante, así como los desafíos en materia de seguridad, violencia y cambio climático. Dichos factores de empuje han cobrado relevancia en el escenario migrante y del desplazamiento interno en los últimos años. Al foro acudieron representantes del gobierno, refugiados y sociedad civil. Una de las participaciones que generó particular interés, por su potencial resignificación de lo que implica el fenómeno migratorio, es la de grandes empresas comprometidas con la inclusión migrante, tales como Femsa y Mabe en el caso de México.
Si bien México ha sido históricamente un país de tránsito, recepción, retorno, expulsión y desplazamiento interno, en los últimos años se ha distinguido como un país de destino. El año 2023 está cerrando con más de 140,000 solicitudes de refugio, posicionando a nuestro país como uno de los principales estados en los que se solicita el reconocimiento del estatuto de refugiado. En estados como la Ciudad de México se observa una presencia cada vez mayor de migrantes, muchas veces distribuidos en campamentos visibles a lo largo del territorio capitalino. En congruencia con la hospitalidad, interculturalidad, solidaridad e inclusividad que caracteriza a la CDMX, y que se encuentra en su marco legal, es necesario implementar un modelo de atención integral y transversal que ponga el acento en lo humanitario y en lo productivo, involucrando diversos sectores para lograr la inclusión financiera y laboral de las personas que busquen ser acogidas.
Estados Unidos, por su parte, también debe transitar a un modelo migratorio diferente al actual. La securitización, amenaza y control no han hecho más que incrementar las ganancias del crimen organizado que se dedica al tráfico de seres humanos. También han contribuido a la deshumanización y abuso en contra de personas migrantes, sin resolver nada de fondo. Lamentablemente, la contienda electoral en ese país ha derivado en propuestas cada vez más radicales. Días atrás tuvieron lugar negociaciones entre el presidente Biden y congresistas republicanos para endurecer algunas políticas migratorias relacionadas con visas humanitarias, deportaciones expeditas y refugios, a cambio de presupuesto para los conflictos armados en Israel y Ucrania.
Esto cobra especial relevancia para nuestro país, considerando que, desde mediados de 2020, la migración de mexicanos hacia Estados Unidos ha incrementado, convirtiéndonos nuevamente en la nacionalidad que encabeza las llegadas a ese país, siendo el principal motivo de expulsión la inseguridad y las amenazas de grupos criminales.
En la frontera con Estados Unidos según cifras de la Patrulla Fronteriza, se dieron 3.2 millones de detenciones durante el año fiscal 2023, 37% más que el año pasado. El aumento en el número de migrantes, destinado a crecer por la falta de alternativas para contener las múltiples causas de empuje en los países de origen, obliga a repensar el enfoque con el que debe atenderse el fenómeno migratorio. Políticas de securitización y criminalización han probado no solamente ser ineficaces, sino repercutir en los niveles de inseguridad y respeto a los derechos humanos de las personas en movilidad.
Con más de 1.2 millones de vacantes laborales en México y ante el fenómeno del nearshoring, el sector productivo ha mostrado interés en avanzar hacia la inclusión migrante. La puesta en marcha de políticas inteligentes, humanas, solidarias e intersectoriales es sin duda, una respuesta que puede beneficiar tanto a las personas en movilidad como a los países receptores.